ESTO ES UN FRAUDE
Que a nadie le quede la más mínima duda. Lo que hay detrás de esta operación es una lucha por el poder político. Exclusivamente. Orquestada entre las direcciones de Ciudadanos, el PSOE y Unidos Podemos. Estos dos últimos pertenecientes a quienes Albert Rivera definiera como ´la banda’. En menos de 24 horas, el tablero político español ha saltado por completo. Y las razones no son ni sanitarias ni económicas, sino de poder. Entre quienes se saben dueños del escenario, quienes quieren entrar y quienes tienen miedo de salir de él. No es un secreto para nadie el impacto que las elecciones en Cataluña tuvieron para Ciudadanos. Su dirección nacional, muy lejos de hacer autocrítica, achacó los malos resultados a la abstención e incrementó la cerrazón del aparato del partido blindándolo aún más contra la participación de los militantes y los afiliados. Que son la savia de cualquier proyecto político. En el PP no perdieron el tiempo, y desde el primer minuto aceleraron la opa que desde el descalabro que le costó la cabeza a Rivera los azules lanzaron sobre los naranjas. Hasta el punto que las ofertas a cargos naranjas de fichaje se intensificaron. Rivera mismo se sentó con García Egea para pavimentar la absorción. Y Arrimadas ha optado por vengarse y morir matando.
Lo que ha sucedido en Murcia y, por efecto dominó, en Madrid y Castilla y León, es una ofensiva lanzada directamente contra el PP por Ciudadanos para marcar perfil propio y alejar las tentativas de fusión por la puerta de atrás. Una jugada arriesgada en la línea diseñada por la dirección nacional de los chicos de Arrimadas, que quieren cooptar a ese electorado de izquierda moderada nostálgico del PSOE de Felipe González y que cada vez se halla más alejado de la deriva populista de Pedro Sánchez. La guerra hace extraños compañeros de cama, bien es sabido. Y eso no ha podido cocinarse sin contar con la dirección del PSOE ni de su socio de coalición. De ahí lo aparentemente incomprensible del movimiento de Ciudadanos. Una cosa es mantener una posición de lealtad institucional como la exhibida durante la pandemia, anteponiendo los intereses de los españoles a los propios, y otra muy diferente es irse al catre con quienes hasta hace poco eran presentados como poco menos que el diablo. Máxime teniendo en cuenta que Pedro Sánchez ha tirado a la basura todas las promesas que le hizo a Arrimadas, puenteándola y humillándola sin compasión. Una estrategia a la que no se le ha sabido sacar punta y que arrojan unos resultados electorales tan malos como incontestables.
De otro modo, ¿para qué arriesgarse a perder una baronía tan importante como la de la Comunidad de Madrid, en pos de obtener el poder una comunidad carente de interés estratégico (mediáticamente hablando) como es la Región de Murcia, previendo que desde las comunidades gobernadas por el PP se inicien reacciones que sólo pueden perjudicar a Ciudadanos y que a la vez generen una brecha entre los propios militantes? Las irregularidades cometidas por el PP en la gestión de Murcia, especialmente en lo que atiende a las vacunaciones anticipadas de políticos, hace que se merezcan la Moción de Censura. Pero ni de lejos los propósitos son así de altruistas, El objetivo ha sido ejecutar una política de venganza y arrebatar a los populares una comunidad que llevan tres décadas gobernando. Todo con tal hacer daño al PP y escarmentarlo por sus intentos de absorción y sus tejemanejes con Rivera y otros miembros de la corte.
A pesar de esto, el coste político para Ciudadanos va a ser tan grande que la victoria se antojará pírrica. Ante lo cual cabe preguntarse si no es que los estrategas que han pergeñado semejante aventura no serán unos advenedizos de pacotilla, o si lo que el PSOE ha ofrecido a los líderes de Ciudadanos no serán oscuras prebendas que a día de hoy son desconocidas para el conjunto de los mortales. Todo puede ser. Lo que sí que es seguro es que este movimiento, que se pagará con dinero público y cuyo pato pagarán los convecinos, ha roto con todo el discurso y la coherencia de Ciudadanos, que siempre ha pretendido situarse como un partido útil y no imponer costes a las personas que no tengan que pagar. Ahora han dinamitado una cierta tranquilidad política muy necesaria en una situación que acumula miles de muertos y otros miles que se van a ver en la ruina. Después de esto no se puede seguir sosteniendo la credibilidad.
La política es un juego despiadado y cruel. Pero lo que no puede hacer nunca uno es renunciar a sus principios. Tomar una decisión tan arriesgada a espaldas de la militancia y sin consultar con los líderes autonómicos que gobiernan es algo suicida. Porque jugársela por un premio tan remoto e incierto como es una captación del voto por la izquierda a costa crear un escenario en el que Vox va a subir a tu costa y la ultraderecha se va a convertir en la nueva bisagra del PP, no es un movimiento muy inteligente. Salvo que tu idea sea hacer daño y lo demás te dé igual. Quienes votaron a Ciudadanos en los últimos comicios autonómicos no lo hicieron para que le abriera la puerta a un PSOE henchido de autoritarismo, que ha pactado con los golpistas catalanes y los herederos de ETA. Lo único que va a sacar Ciudadanos de aquí es acelerar su descomposición y adelantar la fecha de su muerte. Han sido ya tantos bandazos y tantas contradicciones, tantas inconsistencias y tantas decepciones, que ya nadie puede creerse nada de lo que digan o hagan.
El PP no lo tiene mejor, y su dirección nacional vuelve a mostrarse lenta a la vez que los barones tienen que arrimar el hombro. El PSOE sólo tiene que sentarse, encender la tele y comer palomitas mientras sus enemigos se destruyen entre sí. Quedando confirmado que aquí lo que cuenta es lo que digan los jefes y que las promesas de democratización de los partidos políticos son mentira. Ahora le toca a las ciudadanía española espabilar y darse cuenta de una vez de que todo este teatro se monta porque aquí lo que importan son los sillones y no, los españoles.