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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA CAMPAÑA DE MADRID

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Se corre el riesgo que advirtiera Nietzsche respecto a la ‘opción de valor’: adoptar un punto de vista previamente y, después, localizar las razones para sostenerlo y no al revés.

Pablo Gea – La Iniciativa

Los medios de comunicación se han convertido, en las últimas citas electorales en España (y en similar medida en las diferentes escalas, ya fuere a nivel estatal, autonómico o municipal) en un formidable actor político. Ciertamente los medios de titularidad privada presentan un claro sesgo ideológico que, debido en parte a la necesidad de obtener financiación a través de la publicidad, encuentra el campo especialmente abonado para abrirse paso en base a la ‘política del click’.

En efecto, el creciente descenso de la calidad informativa es un síntoma de una enfermedad más que la causa de la enfermedad misma. La necesidad de que los medios obtengan presencia en las nuevas plataformas les obliga a adaptarse a un nuevo formato, lo que implica a su vez que abandonen su tradicional rol informativo para convertirse en plataformas masivas de opinión en las que el público al se dirigen no sólo no rechaza el sesgo ideológico de los análisis y la propaganda a veces explícita de determinadas formaciones políticas, sino que en todo caso lo demanda.

Teniendo esto en cuenta, y valorando la selección apriorística que el receptor de la información inconscientemente efectúa, es claro que los medios de comunicación son, a día de hoy, los generadores de opinión de masas por excelencia. Masas que, en la moderna sociedad-red, aceptan gustosamente la generación y ‘venta’ de opiniones políticas globales como productos seductores para usuarios que, al ser adquiridos, disminuyen considerablemente el análisis crítico de la compleja realidad en pos de la suscripción de un ideal gregario-comunitarita de matriz tribal.         

Se trata este de un aspecto importante sobre el que es pertinente reflexionar por cuanto que ahora mismo se está desarrollando al unísono la campaña electoral para las Elecciones en la Comunidad de Madrid. Pocas campañas electorales proporcionan un escenario más propicio para efectuar una reflexión como la que se pretende. La obvia polarización ideológica, la lógica de bloque y la espectacularización de la política a través de los medios de comunicación ha llegado al paroxismo. Dicha espectacularización ha relegado a las siglas del partido político a un segundo plano en pos de una hiper-personalización del mensaje y del producto electoral.

En este sentido, los medios de comunicación, en especial las Redes sociales, la Televisión y la Prensa digital han demostrado su formidable influencia y su poder. Se ha dado un salto cualitativo, por cuanto que determinados medios han estado prestos a ofrecer una imagen extremadamente favorable de un candidato determinado que raya el proselitismo político.

Por el contrario, los candidatos no han dudado en servirse de estos medios para fabricar polémicas y escándalos a sabiendas de que los propios medios en los que estos se producían se encargarían de desarrollar la polémica por sí mismos sin que la maquinaria de los partidos de turno tuviera que hacer demasiado, salvo seguir la estela trazada por los medios, eso sí, dentro de un marco comunicativo previamente fijado.

Las fronteras entre cobertura informativa y propaganda corporativa se han difuminado hasta el punto de que la confusión ha llegado a ser total y coloca al usuario ante la verdadera dificultad de separar lo que es información de lo que son, en esencia, juicios de valor que, al estar anclados a su vez en datos, son difíciles de desentrañar. En comparación con otras campañas, especialmente con las campañas inmediatamente interiores, es un hecho incontestable que la de la Comunidad de Madrid supone, si no un punto y aparte, al menos sí un salto importante que ha demostrado que los medios de comunicación, inclusive la Radio, pueden tomar partido de manera activa en la campaña electoral, sin que su éxito entre el público se resienta. Al revés, siendo recompensado por el usuario que en el fondo espera y desea eso mismo.

Se corre el riesgo que advirtiera Nietzsche respecto a la ‘opción de valor’: adoptar un punto de vista previamente y, después, localizar las razones para sostenerlo y no al revés. Pues bien, los medios, en esta campaña, cumplen la función de sostenimiento de esta ‘opción de valor’, por cuanto están dejando de proporcionar análisis e información para que los ciudadanos generen puntos de vista críticos y decidan libremente, para convertirse en máquinas de reafirmación ideológica y de esparcimiento de los candidatos electorales.

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