¿ES INEVITABLE UN CONFLICTO CON MARRUECOS?
Marruecos lleva presionando sobre los intereses de España desde que se independizó en 1956. Desde ese mismo instante, Estados Unidos y la monarquía alauí fueron estrechando relaciones hasta el punto de que, en 1975, en pleno colapso de la dictadura franquista, los estadounidenses pudieron permitirse presionar por lo bajo al gobierno español para que no reprimieran la Marcha Verde organizada por el rey Hassán II, padre del actual soberano marroquí. A Estados Unidos le importaba muy poco el Sáhara, y el que mirara hacia otro lado ante las brutales políticas de limpieza étnica implementadas por los marroquíes tras la ocupación del territorio a condición de un referéndum de autodeterminación que nunca llegó a celebrarse, respalda esta afirmación. Lo que les preocupaba a los americanos es que su aliado en el norte de África conservara la corona y la cabeza para ser punta de lanza de la influencia de Washington en la región en contraposición a los intereses de los países europeos.
¿Qué método ha empleado Estados Unidos para presionar a España y obligar a la Unión Europea a lavarse las manos? El colonialismo militar. Pues no hay que olvidar que los países de la UE, en su mayoría, son miembros de la OTAN, incluida España. Ello implica que la superpotencia americana se constituye como el engranaje fundamental de la maquinaria de suministro de material militar al resto de países. Lo que se vende como una ayuda defensiva es en realidad una forma de dominación en la línea del ‘poder blando’, pues bajo del chantaje de no seguir suministrando unos recursos militares de los que estos países se han hecho enormemente dependientes, Estados Unidos consigue condicionar su política exterior y someterla a sus intereses geoestratégicos. Es lo que sucede con España. Y es la razón por la que ni EEUU ni la UE ni la OTAN van a mover jamás un dedo por nuestro país para ayudarnos a solucionar la crisis diplomática con Marruecos que, de manera explícita o latente, se van incrementando con el paso se los años.
Para enfocar esto es preciso tener en cuenta lo siguiente: Marruecos es una potencia expansionista que aspira a la hegemonía en el teatro del Magreb. Esta es la razón por la que lleva décadas inmersa en un imparable proceso de rearme en el que Washington juega un papel fundamental. Sus objetivos estratégicos inmediatos son pacificar el Sáhara y desplazar a Argelia como principal potencia regional. Desde esta óptica se proyectan otros objetivos más a largo plazo, pero no por ello menos importantes. Marruecos quiere Ceuta y Melilla. Y no parará hasta conseguirlas. Para ello cuenta con varias cartas bajo la manga para ejercer presión, además de su alianza con el gigante americano: la presión migratoria y los caladeros de pesca. Porque Mohamed VI y su gobierno saben que España no puede permitirse que sus buques dejen de faenar en sus aguas, obligados en otro caso a tener que negociar con otros países más inestables políticamente o en estado de guerra civil crónica, muchos de cuyos territorios están controlados por nada fiables señores de la guerra. Y sabe también que Europa, y España en particular, tiene un grave problema con la inmigración procedente de los países del Magreb, a cuyos inmigrantes difícilmente puede integrar y para lo cual carece de capacidad de asimilación.
La arrogancia diplomática marroquí, arropada por unos Estados Unidos que han reconocido su soberanía sobre el Sáhara a cambio del apoyo de Rabat en la normalización de las relaciones entre los países musulmanes e Israel, lleva años desestabilizando la zona y poniendo en jaque no sólo a otros países norteafricanos, sino a los países del sur de Europa, de lo que no se libra tampoco Italia. Lo del Frente Polisario no es más que una excusa pobremente pergeñada. Lo que Marruecos pretende es aprovechar cualquier oportunidad que se presente para demostrar a España que puede apretarle las tuercas cuando quiera, con nefastas consecuencias pare ella. Mediante la política de riesgos calculados, el tira y afloja entre Madrid y Rabat se sumerge en una funesta danza que, desde hace décadas, termina confirmando el avance de posiciones marroquí y el retroceso diplomático español. De esta manera, esperan laminar poco a poco la capacidad de resistencia española para que, más tarde o más temprano, entreguen las plazas de Ceuta y Melilla, sabiendo que ninguno de sus supuestos aliados va a hacer nada para ayudar a España con este problema.
Sin lugar a dudas, cualquier conflicto es siempre evitable hasta que empieza. Pero este en particular se presenta como enquistado y correoso, haciendo más que probable que acabe materializándose en el futuro de alguna forma. Lo que sí que debe hacer España es hacerse valer en los foros internacionales y, en especial, en la Unión Europea y la OTAN, planteándose en voz alta si le merece la pena figurar en la nómina de unas organizaciones internacionales cuyos ‘socios’ no están por la labor se proteger los intereses de sus integrantes para no poner el peligro los suyos propios.