Martes, 3 de diciembre, 2024

En España, los partidos políticos no representan los intereses de la población.

Jesús Martín Custodio

En un país donde se vive en constante crispación ante la ideología del contrario, creo que es propicio no llevarse a engaño y dejar algo claro: en España los partidos políticos no representan los intereses de población.

         Teniendo en cuenta la última experiencia política con relevancia dentro de nuestro país (elecciones a la Comunidad de Madrid) no he podido evitar reflexionar hondamente sobre a lo que hemos llegado políticamente como país, y sobre cómo el sesgo ideológico que usan los partidos políticos a su antojo a día de hoy demuestra que son poco más que asociaciones que solo se preocupan por la entrada y permanencia en el poder, sin importarles lo más mínimo la polarización ni radicalización de la sociedad.

         Se supone que en España vivimos en un Estado Democrático de Derecho, pero para que un país sea democrático no basta con plasmarlo en un documento (como lo pone en el primer artículo de nuestra idealizada Constitución), sino que se han de cumplir una serie de principios, entre ellos, la Separación de Poderes y la Representación política. Creo que son conceptos que cualquier persona lograría entender. Ahora lanzo una pregunta ¿En la ‘’democracia’’ española se dan estos dos principios?

         Bien, en cuanto a la ausencia de Separación de Poderes, baste animar a quien esté leyendo esto y quiera, a realizar el ejercicio de buscar el texto de la Constitución de 1978 e investigar si en algún artículo de nuestra ley fundamental está especificada la Separación de Poderes. Incluso si lo prefiere, puede consultar la hemeroteca de nuestro Presidente del Gobierno y oír de sus propias palabras que ‘el gobierno ha legislado […]’. Solo eso ya va en contra de la Separación de Poderes, ya que se supone que el Gobierno debe de tener la responsabilidad Ejecutiva y no la Legislativa, la cual debe residir en el Congreso, que se supone que constituye la representación de la población española.

         Pero hagamos hincapié en la Representación. Se nos ha vendido que en España hay unas elecciones legislativas en las que elegimos a nuestros representantes. El problema de esto es que es rotundamente falso. No elegimos a nuestros representantes, solo elegimos qué partido político se lleva una porción más grande del pastel, un pastel que da la potestad de aprobar y derogar leyes al antojo de la clase política. Poniendo como ejemplo Madrid, la gente apenas ha votado por convicción, sino que más bien ha sido por miedo. El lema del Partido Popular es un buen ejemplo de ello: ‘Comunismo o Libertad’, es decir, señora Ayuso, sus votantes no lo han sido en función de que sus propuestas sean mejores o peores, sino que lo han sido en función de elegir algo por encima de otra cosa por miedo. Y no nos engañemos, los ciudadanos de Madrid no han elegido a Ayuso, Ayuso ha sido elegida por el jefe del partido, esto es, Pablo Casado, al igual que Pablo Iglesias (respectivo jefe de su partido en el momento en que se presentó a estas elecciones) no ha sido elegido salvo por los suyos para ocupar ese puesto.

         El sistema que tenemos no es una Democracia, como nos ha querido hacer ver desde 1978, sino que es un Sistema de Partidos, en el que cada decisión que se toma a nivel político se hace a través de una oligarquía, conformando esa oligarquía los jefes de los partidos actuales. El problema con esto es que este sistema se nutre de la corrupción, y va a ir degenerando hasta alojar políticos aún peores, de manera que los que vengan después de Casado, Sánchez, Iglesias, Abascal y demás van a tener una calidad democrática mucho menor.

         Para que el Principio de Representación se cumpla, los ciudadanos han de tener la potestad de elegir a sus representantes, algo que en este país no es en modo alguno así. Al igual que toda decisión política que se toma en el país, los integrantes del Congreso son designados a dedo por el jefe del partido y, si este diputado no hace lo que quiere el jefe, sus días dentro del cuerpo parlamentario estarán contados. Cuando realmente los diputados deberían de obedecer la voluntad de la población y no atender a la de su jefe. Estamos acostumbrados a que los partidos nos digan cuáles son nuestras necesidades, cuando esto debiera ser al revés, que nosotros les comuniquemos a nuestros representantes lo que necesitamos. Pero claro, eso solo puede suceder cuando los representantes son elegidos por el pueblo, lo que a todas luces en España no es así.

         Queda pues, claro que es la hora de que la ciudadanía española, a través de medios pacíficos, reclame un sistema más democrático. Y debe hacerlo, a su vez, por medio de asociaciones civiles, no por partidos políticos, ya que de seguir este camino siempre se caerá en la trampa de la Ley de Hierro de la Oligarquía, enunciada Robert Michels: todo aquel partido que quiera cambiar el sistema desde dentro fallará en su intento y acabará formando parte de él. El ejemplo más claro es Podemos, cuya líder se abanderaba como representante máximo de ideal republicano español, y acabó jurando una Constitución monárquica como vicepresidente. Y lo mismo vale para los votantes de Vox: no piensen que va a cambiar las cosas. Este partido anunció a bombo y platillo que su propósito no era otro que acabar con la corrupción en España, afirmando además que no iba a recibir un solo euro del Estado. Ahora mismo, es obvio que han tenido que tragarse sus palabras.

         Es por estos motivos que la ideología a día de hoy es solo empleada por los partidos para mantenerse en el poder y consolidarse. Nos manipulan apelando al idealismo moral sin importarles la polarización de la sociedad. Y es por eso que digo que, más allá de pensar en si uno es ‘rojo’ o ‘facha’, primero debemos constituir como nación unas reglas del juego democráticas, lo que implica cambiar el sistema y que se brillen en primer lugar tanto el Principio de Representación como la Separación de Poderes.

         No merece la pena estar enfrentados por ideologías cuando en nuestro sistema ni si quiera estamos representados ni tenemos capacidad de expresar lo que necesitamos a las élites gobernantes.

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