EL ‘MARISCAL BARRO’: EL ENEMIGO DE PUTIN EN UCRANIA
Contrariamente a lo que se piensa, no fue el Invierno ruso lo que detuvo a los alemanes cuando invadieron la Unión Soviética en 1941, sino la Raspútitsa o ‘estación del barro’, que se da con las lluvias de Primavera y Otoño. Su efecto, menos conocido que el del frío, es tan o más devastador. El suelo duro desaparece para convertirse en un pozo de lodo que engulle todo lo que se atreve a adentrarse en él: hombres, vehículos, artillería, cañones… Haciendo imposible el avance de las tropas y desgastando tanto física como psicológicamente a los ejércitos. La llegada del General Invierno, si bien duro, lo que hace es solidificar el terreno y permitir retomar de nuevo el avance. Lo experimentó Napoleón y lo comprobó Hitler. El avance relámpago e incontestable dejó de serlo una vez que el barro se adhirió a las tropas para retenerlas cual pegajosa gelatina. Algo que para los rusos puede convertirse en un peligroso efecto búmeran, puesto que hoy son ellos los que pretenden (supuestamente) invadir y retener un territorio, no contener un invasor. La Raspútitsa favorece siempre a quien defiende.
Putin y su Estado Mayor son perfectamente conscientes de esto. Y más teniendo en cuenta que se trataría en este caso de intervenir en un país -Ucrania- que a su vez se halla inmerso en una guerra civil de baja intensidad, con multitud de grupos y facciones combatientes bien conocedoras del terreno, que podrían complicar y mucho la vida a un ejército convencional, por muy bien armado y entrenado que esté. Si sumamos los dos factores, las perspectivas de una invasión exitosa por parte de Rusia a Ucrania dejan de ser tan halagüeñas como a simple vista pudieran parecer. El riesgo de que la llamada Guerra híbrida entre en escena y empantane al Ejército ruso en una interminable guerra de guerrillas sin conseguir obtener un control total del territorio es un escenario más que plausible. Como igualmente lo es que la débil economía rusa se vea incapaz de sostener un conflicto de esta envergadura durante mucho tiempo y acabe colapsándose, a semejanza de lo que ocurrió en Afganistán durante los años 80.
Putin sabe que el tiempo juega en su contra: si decide invadir Ucrania -ya sea total o parcialmente- debe tomar la decisión ahora, o retener la crisis activa hasta verano. Ha apostado demasiado fuerte como para permitir que esto se solucione con un simple acuerdo diplomático. Si hay un escenario que ha demostrado que los acuerdos y tratados internacionales son papel mojado, ese es Ucrania. No nos engañemos: aquí la cosa va entre EE. UU. y Rusia. Todos los demás países no son más que la guarnición. Será el delicado equilibrio de fuerzas el que determine si habrá o no guerra. Pero una cosa es segura, el propio equilibro de poder en Europa cambiará definitivamente y sin retorno después a raíz de affaire Ucrania.