Martes, 3 de diciembre, 2024
Putin reunido con sus asesores

Es como si al Tercer Reich sólo se le hubiera sancionado económicamente al invadir Polonia.

Pablo Gea

La invasión de Ucrania por parte de Rusia inmediatamente ha traído a la parrilla informativa las inevitables comparaciones con la Segunda Guerra Mundial. A fin de cuentas, comparar a Putin con Hitler es algo fácil. Sin embargo, no hay que olvidar que en septiembre de 1939 Hitler no fue el único dictador totalitario que invadió una nación soberana. Polonia fue atacada el día 1 de dicho mes por Alemania, en efecto. Pero es que el día 17 la entonces conocida como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (cuyo componente más importante era Rusia y de la que también formaba parte Ucrania), dirigida con puño de hierro por Stalin, hizo lo propio desde el Este del país para darse la mano con el Tercer Reich.

LAS GUERRAS DE LOS DICTADORES

A lo largo de 1940, mientras Hitler se lanzaba contra el Oeste de Europa y entraba en París, Stalin forzó a los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) a integrarse dentro de la URSS y los ocupó militarmente. No fue tan fácil con Finlandia, lo que motivó que fuera atacada por el Ejército Rojo ya en noviembre de 1939, dando comienzo a la denominada como ‘Guerra de Invierno’, que se saldó con una victoria soviética, aunque a un duro coste. De lo que Hitler tomaría buena nota a la hora de decidirse por lanzar la Operación Barbarroja contra la propia Unión Soviética en junio de 1941.

         Asimismo, Stalin invadió Rumanía y le arrebató la región de Besarabia, la actual Moldavia. Todo ello fruto del Pacto Germano-Soviético, por el que las dos dictaduras se convertían en aliados no oficiales y se repartían el Este de Europa. En todas las zonas conquistadas por la URSS, se impuso un régimen de terror de la mano del NKVD, la policía política soviética. De manera paralela a como la GESTAPO nacionalsocialista imponía el suyo en la otra mitad del continente europeo. En lo que fueron agresiones en toda regla protagonizadas por Alemania y Rusia, las poblaciones de los países más pequeños quedaron a merced del hambre voraz de los dictadores sin que prácticamente nadie moviera un dedo. Las políticas de apaciguamiento fracasaron ante las narices de sus más fervientes defensores, quienes por ceguera criminal no fueron capaces de darse cuenta de que con los matones es imposible negociar.

MÚNICH 1938. MINSK 2014

Acuerdos de Munich
Acuerdos de Munich

Lo que está sucediendo ahora en Ucrania demuestra que no hemos aprendido nada. No estamos hablando ya del desconocimiento de la Historia sino de algo peor: su ignorancia deliberada aun conociendo su significado. Cuando el Tercer Reich dirigió sus apetitos hacia Checoslovaquia después de anexionarse Austria, las potencias occidentales -Reino Unido y Francia principalmente- sacrificaron a los checoslovacos poniéndose de perfil y permitiendo que Hitler se hiciera con el control de la región germanoparlante de los Sudetes. Los Acuerdos de Múnich de 30 de septiembre de 1938 dejaron vía libre para la desmembración de Checoslovaquia sin el consentimiento de los checoslovacos. Hitler insistió una y otra vez en que esta sería su última reclamación territorial. Mentira. Ante la debilidad mostrada por las democracias, el dictador alemán se lanzó a por el resto del país el 15 de marzo de 1939.

         En septiembre de 1939, Hitler y Stalin estaban en posición de atacar Polonia. La responsabilidad de todo ello correspondía a la falsa idea de que un matón puede ser convencido o apaciguado con cesiones continuas. Sucedió entonces y sucede ahora. Los Acuerdos de Minsk de 2014 son prueba de ello. Firmados entre Ucrania, Rusia y las repúblicas del Donbás, con fuerte presencia de Alemania y Francia, resultaron desde su mismo parto ser papel mojado. Ni una parte ni otra han estado jamás interesados en cumplirlos. Rusia no, desde luego. Que en estos años no ha cejado en aumentar las presiones sobre Ucrania apretando el clavo de las regiones rebeles y fortaleciendo su posición en Crimea.

Acuerdos de Minsk
Acuerdos de Minsk

         Ambos acuerdos no fueron más que una fórmula torticera y, al fin y a la postre, inútil para contentar a unos dictadores imposibles de satisfacer. Pues cuando con ellos se muestra debilidad, la única consecuencia posible es el fortalecimiento de la posición de quienes negocian con las pistolas debajo de la mesa.

HITLER, STALIN… ¿Y PUTIN?

Salvando las distancias y los contextos históricos, hay algo que no ha variado: Europa del Este es el patio de recreo de los grandes imperios. Una zona del mundo salpicada durante siglos por guerras y muertes innecesarias. Ahora no es distinto. La invasión de Ucrania es tan sólo el último episodio de una serie de conflictos étnicos, políticos y culturales que fueron los responsables del estallido de las dos últimas guerras mundiales.

El orgullo de papa

         Hitler deseaba expandirse hacia el Este. Stalin hacia el Oeste. Del choque entre ambos asesinos el segundo emergió victorioso, manteniendo las conquistas territoriales que había atesorado durante su acuerdo con Alemania, y algunas más. Durante medio siglo, los países de Europa del Este (muchos de los cuales pertenecen hoy tanto a la OTAN como a la Unión Europea) estuvieron subyugados bajo la bota de Moscú. Tras la desaparición de la URSS y el acceso a la independencia de todos ellos, la vida les ha deparado trayectorias muy diferentes. Polonia y los países bálticos son hoy naciones soberanas ‘protegidas’ por los Estados Unidos y en la misma trinchera que Alemania. Ucrania, por el contrario, nunca consiguió liberarse de la sombra del Kremlin. Aunque formalmente independiente, Rusia nunca ha renunciado al control de una nación que considera parte inseparable de su propia identidad. Por esta y otras razones nunca ha estado dispuesta a permitir que Kiev se les escapara de las manos.         

El pequeño Putin

Ante la tesitura de que, finalmente, Ucrania entrara en la esfera de influencia de Occidente, Putin -como Hitler y Stalin antes- ha recurrido al empleo de la fuerza militar para asegurar su control sobre un país que nunca permitirá que sea libre. Sean cuales sean las negociaciones que se planteen, y se impongan las sanciones que le impongan. En definitiva, es como si al Tercer Reich sólo se le hubiera sancionado económicamente al invadir Polonia. Se trata de medidas a largo plazo que, a día de hoy, no van a detener los propósitos rusos de mantener bien amarrada a Ucrania, de una forma u otra. Ciertamente, la intervención de los países de la OTAN en Ucrania bien podría precipitar una guerra nuclear. Pero igualmente cierto es que si se permite que los tiranos hagan lo que quieran a quienes les dé la gana, no tendremos más remedio que aceptar que los valores y las leyes no sirven para nada, y que sólo cuenta la voluntad del más fuerte.

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