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Encuentro Sánchez Marruecos

El conflicto con Marruecos es inevitable. Y España debe prepararse para él.

Pablo Gea

No es que la postura anunciada por Sánchez le vaya a poner rumbo a la colisión con sus socios de coalición. Es que se ha cobrado una pieza mucho mayor. La más grave que cabría imaginar: una crisis diplomática en toda regla con Argelia. En plena crisis por la subida del precio de la energía. Algo inaudito, pero en absoluto descabellado para quien sea buen conocedor de la praxis política del actual gobierno español. Argelia ha llamado a consultas su embajador en España, Said Moussi. Que es lo mismo que retirarlo. No sólo ha ofendido el contenido sino las formas, puesto que, según afirman en Argel, el giro diplomático español no había sido comunicado previamente al gobierno argelino.

España abandona el Sáhara en 1976

         ¿Qué implica aceptar la ‘autonomía’ del Sáhara propuesta por Marruecos? Pues nada más ni nada menos que asumir que nunca será independiente. Autonomía no equivale a Autodeterminación. Así son las cosas. España entregó el Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania sin que se celebrara un referéndum que habrá acabado con su independencia. Desde entonces, la postura oficial de la ONU es que dicho referéndum debe celebrarse. Hasta el momento, España se ha mantenido como un estricto observador de las resoluciones de la ONU. Ahora, vuelve a traficar con los derechos del pueblo saharaui al apoyar a Marruecos en sus planes de perpetuar la anexión definitiva del territorio. El peaje a pagar por mejorar las maltrechas relaciones diplomáticas duramente afectadas a causa del acogimiento en España de Brahim Gali, el líder del Frente Polisario, y de la subsiguiente crisis migratoria desatada por la monarquía alauí.

         No nos engañemos. Se trata de un gesto de debilidad portentoso, duramente ilustrativo de que Rabat ha sido claramente el ganador del pulso político. Sánchez espera así que desde Marruecos cesen los continuos y cada vez más descarados ataques a la soberanía española. Lo que ignora (o es incapaz de ver) es que este gesto no va a servir absolutamente de nada. Marruecos no va a parar hasta hacerse con Ceuta, Melilla y las Islas Canarias, en su fulgurante carrera por la hegemonía como potencia regional en el escenario. Lo que significa que el conflicto con Marruecos es inevitable. Y España debe prepararse para él. Pues el futuro está en el acercamiento a Argelia y en la independencia del Sáhara.

         Pese a que lo más inoportuno ahora sea abrir una crisis en el flanco meridional de Europa mientras Ucrania se desangra en una terrible guerra de desgaste, no pasa inadvertido que el gesto de Sánchez entra dentro de una estrategia geopolítica que persigue un alineamiento mucho mayor con Estados Unidos y la OTAN. Paso importante para lo cual es normalizar las relaciones con el principal aliado del Tío Sam en el Norte de África. Las implicaciones que esto supone van mucho más allá de lo que puede vislumbrarse: España acepta igualmente junto al sometimiento del Sáhara que no es ni tan siquiera una potencia regional. Su política exterior e interior están sujetas a los dictados de países y entidades muchos más grandes, y los políticos que deberían trabajar en la dirección de garantizar la libertad de actuación de España van a venderla una y otra vez (y a cualquiera) con tal de conservar el sillón.

         Esto es lo que le sucede al pueblo saharaui y a los argelinos. De repente, como los ucranianos, se han hecho mayores y han descubierto las verdaderas implicaciones del juego político. Quien hoy presta apoyo y garantías puede dejar de darlos mañana si ello le conviene. Lo demás, da lo mismo. Ahora La Moncloa sea ha metido en un atolladero que somete al país a una dependencia aún mayor de los Estados Unidos, que no ha dudado en aprovechar la oportunidad de atar en corto aún más si cabe a los países europeos por medio del suministro energético. La cara más cruda de unas democracias decadentes que, por ideología o ceguera, se «autoboicotean» e hipotecan la vida de sus pueblos y de aquellos cuya independencia deberían proteger.

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