ELECCIONES EN FRANCIA: POSO REVOLUCIONARIO EN EL CORAZÓN DE EUROPA
Los recientes comicios para elegir al Presidente de la República en Francia han arrojado una nueva victoria del liberal Emmanuel Macron sobre su rival populista Marine Le Pen. Una segunda vuelta en la que los perdedores de la primera aunaron músculo electoral y cerraron filas en torno a Macron para evitar que Le Pen llegara al Elíseo. Ya pasó hace cinco años, si bien con una diferencia más ajustada ahora. No ha sido al impredecible. El miedo de las élites al populismo ha dado como resultado la apuesta por un candidato reformista dentro del sistema, siempre preferible a los antisistema, ya sean reaccionarios o revolucionarios.
La ideología sincrética de la Agrupación Nacional impide su fácil catalogación en los clásicos esquemas de Izquierda/Derecha. Quizás Francia es, una vez más, pionera en regalarnos conceptos políticos con los que poder jugar. Pues fue Francia efectivamente quien sembró la dicotomía Izquierda/Derecha. Y es Francia quien va a sustituirla por la de Globalistas/Anti-globalistas. O Pro-sistema/Anti-sistema, entiendo por ‘Sistema’ el consenso adquirido en torno a la Democracia Liberal con un amplio Estado del Bienestar. La cuestión radica en que los ‘perdedores’ del proceso globalizador -o simplemente quienes se hallan en los márgenes de un sistema que dista mucho de ser tan inclusivo como se pretende- se resisten a ser los eternos segundones del panorama político. Por eso articularán esa fuerza por medio de las alternativas ‘anti’ que se les pongan por delante. Que sean de ‘izquierda’ o de ‘derecha’ importa más bien poco, puesto que la matriz del proceso de elección electoral está en, por un lado, la materialización por parte del proyecto político de la visión del mundo que el elector tenga asimilada a su identidad persona o grupo y, por otro, en los previsibles beneficios existenciales/económicos prácticos que se prevean obtener. No hay más.
Esta es la reflexión adecuada de lo que ha sucedido en Francia, corazón de Europa, país en el que la Agrupación Nacional ha obtenido el 41,4% de los votos, frente al 58,5% de Macron. Y país absolutamente fundamental para la estabilidad del continente, guste o no. Su impetuosa política exterior marca la avanzadilla de la Unión Europea en escenarios en los que nadie más se atreve. Por lo que un cambio de timón como el que la Agrupación Nacional propone marcaría, sin lugar a dudas, el devenir de Europa. Aunque Macron se haya alzado con la victoria, la sociedad política francesa presenta un grado de radicalización polarizada que sólo cabe esperar que aumentará. No hay que perder de vista que en junio de 2022 son las Elecciones a la Asamblea Nacional francesa, parlamento que a buen seguro reflejará esta realidad.
Le Pen ha conseguido aglutinar el voto anti-sistema. De manera que la partida ideológica en Francia se presenta como los Pro-sistema (Macron) contra los Anti-sistema (Le Pen). Un poso revolucionario que cada vez más alcanza mejores posiciones en las trincheras políticas del país galo. Toda una estocada a la Democracia liberal, que se ha demostrado incapaz de satisfacer las demandas de muchas de las capas más desfavorecidas de la sociedad, que han vuelto su mirada hacia la Agrupación Nacional. Ello a causa de una ‘aristocratización’ de la clase política francesa, endogámica y volcada hacia sí misma, presa de una amnesia que le impide recordar dónde están sus verdaderos votantes. El sostén de todo sistema democrático.