ELECCIONES EN EL PAÍS VASCO: LA VICTORIA DE PEDRO SÁNCHEZ
El espectacular resultado obtenido por Bildu en estas elecciones pudiera hacernos pensar que los herederos de ETA son los auténticos vencedores, aunque el PNV haya resistido lo suficiente como para poder aspirar a revalidar el gobierno con el apoyo del PSOE. Este es el escenario deseado por muchos. E, incluso, por muchos votantes conservadores o moderados que se han movilizado para votar al PNV con la pinza puesta en la nariz con tal de que los abertzales no se hicieran con el poder.
Con todo, Bildu hubiera podido adelantar al PNV si su candidato no hubiese metido la pata al negarse a calificar expresamente a ETA como una banda terrorista. No tanto en lo que supone a sus votantes (que saben lo que es Bildu y no necesitan que vengan a recordárselo) como en lo que refiere a quienes les temen, que prefieren a los de Ortuzar llevando las riendas del País Vasco antes que a ellos, provocando su innecesaria movilización. Dicho lo cual, la tendencia es innegable: en Guipúzcoa y Álava ha sido la fuerza más votada. Es sólo cuestión de tiempo.
Por todo ello, y aunque sólo sube dos escaños, el PSOE es el director de orquesta, y obtiene unos resultados perfectos para su agenda política nacional. Se mantiene el equilibrio que permite a Pedro Sánchez sostener su alianza con los nacionalistas conservadores, sin que haya tenido que enfrentarse al peligroso escenario de que Bildu superase tanto en votos como en escaños al PNV. En este caso, ¿cómo explicar al electorado vasco que no se le da el gobierno a la formación más votada, y más a una formación de izquierdas en pos de una de derechas? Y, en el caso de que lo hubiera hecho, ¿cómo cauterizar una muy posible hemorragia de votos entre aquellos que precariamente siguen votando a los socialistas pese la Amnistía, máxime después de que el candidato abertzale se negara a definir a ETA como lo que es? Hubiera supuesto un nuevo reto para ese equilibrista consumado que es Sánchez.
Dicho esto, el Presidente gana por partida doble. Pues, constatada su absoluta falta de escrúpulos para todo, el que Bildu haya obtenido un respaldo social y electoral tan apabullante es un factor que allana el camino hacia su normalización parlamentaria. Es decir, para que el asunto de ETA pese cada vez menos a la hora de votar y que Bildu acabe convirtiéndose, guste o no, en un vecino incómodo con el que haya que convivir. Y cuando esto suceda, nada impedirá al PSOE modificar por enésima vez su discurso y predicar que hay que integrar a los de Otegui dentro del juego del pacto democrático. Perspectiva para nada descartable si dentro de cuatro años Bildu supera al PNV y los socialistas quedan de nuevo como tercera fuerza, viéndose en la tesitura de tener que facilitar el gobierno a los primeros.
Por el flanco derecho, los paupérrimos resultados del PP y de Vox arrojan alguna que otra duda sobre el mantenimiento de la política con la que hasta ahora han jugado electoralmente en tierras vascas, mientras que Sumar obtiene una victoria pírrica sobre un Podemos en muerte cerebral. Ahora, Sánchez y su partido pueden enfilar cómodamente hacia las catalanas primero y las europeas después, sabiendo que el manteamiento de su compleja red de alianzas es un hecho, y de que sus rivales a derecha e izquierda sufren un revés que les obliga a replantear su estrategia de cara al futuro. Y algo mucho más importante: su discurso ante el electorado target.
Esta valoración nutre mucho más de lo que puede pensarse el giro provocado por Sánchez con su carta. La estrategia de movilización a través del miedo y de la incertidumbre sabe que puede llevarle a ampliar su base de votantes a costa de Sumar, de Podemos, e incluso de sectores de la población que, ante el dilema, optarán por votar al PSOE antes que quedarse en casa, dejando a un lado el malestar y las dudas que por su gestión pudiera haber. De nuevo, un dos por uno. Porque con ello el bloque gubernamental y el poder mediático al servicio del poder político someterán el juez a una presión insoportable para que archive el procedimiento en el que su mujer Begoña Gómez figura como imputada. Todo lo demás, es puro engaño.