LA GUERRA QUE COMENZÓ ‘HAMAS’
El conflicto árabe-israelí ha escalado como nunca antes. Frente a quienes alegremente vaticinan la Tercera Guerra Mundial -como hicieron también cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022- la compleja realidad se impone a los análisis simplistas, aunque no a las verdades inequívocas. Y es que, aunque la guerra en Gaza se ha presentado como eso, un conflicto entre israelíes y árabes, lo cierto que es preciso recordar que Irán -protagonista claro en la trifulca- es una nación musulmana, pero de raíz ‘aria’, es decir, indoeuropea, no árabe. A lo que hay que añadir que las causas inmediatas de las hostilidades que actualmente se desarrollan son ajenas a la mayoría de los estados auténticamente árabes de la región.
Para empezar, hay que tener claro que ‘Hamás’ es un grupo proxy financiado y armado por Irán, como lo es también el mucho más peligroso para Israel ‘Hezbolá’ en el Líbano. Estos grupos, de carácter indudablemente terrorista, son algo más que simples comandos, constituyen estructuras auténticamente militares y políticas, con capacidad para organizar territorios y lanzar ofensivas. Sin ir más lejos, ‘Hamás’ ha dirigido con mano de hierro la franja de Gaza en dura oposición a la Autoridad Nacional Palestina, sometiendo a la población a una dictadura teocrática cuya hostilidad hacia la existencia misma del estado hebrero ha sido siempre manifiesta. ‘Hezbolá’, a su vez, controla importantes partes del Líbano, situándose como el satélite más destacado de Irán en el escenario, luchando junto al régimen sirio en su propia guerra civil.
Desde hace unos años, Israel normalizó las relaciones diplomáticas con la mayoría de los estados musulmanes de la península arábiga y del norte de África, especialmente a instancias de Washington que, consciente de que el eje de sus intereses ha pivotado hacia el sudeste asiático, ha pretendido retirarse paulatinamente de Oriente Próximo dejando tras de sí un aliado político (Arabia Saudí y el resto de las monarquías petroleras) y un aliado militar (Israel). Dicho proceso estaba cerca de culminar en octubre de 2023, cuando ’Hamás’ lanzó un ataque militar contra Israel en el aniversario de la Guerra del Yom Kippur. El ataque implicó el lanzamiento de alrededor de 3.000 misiles y el empleo de drones en territorio israelí, la incursión en la frontera de vehículos cargados de milicianos y la masacre en el festival de música de Reim. Saldándose con más de 1.000 víctimas mortales y la captura de rehenes para ser llevados a Gaza.
Este ataque fue preparado, como mínimo, con la connivencia de Irán para romper los puentes entre los estados musulmanes e Israel, impidiendo que esa normalización de las relaciones diplomáticas impusiera un cerco político en el área, en un contexto en que la economía iraní está en sus momentos más bajos y que el descontento de la población sólo puede aplacarse por medio del terror. A su vez, ‘Hamás’ era muy consciente de que la causa palestina resulta cada vez más irrelevante para sus antiguos aliados sunníes, deseosos en realidad de darse la mano con Jerusalén y unirse contra el enemigo común chií.
Realmente, ¿qué esperaba conseguir ‘Hamás’? Al fin y al cabo, poco a poco se estaba progresando hacia la consecución de un estado palestino, aunque la existencia de colonos en los territorios ocupados hiciera esto difícil. La respuesta es exactamente lo que ha conseguido. Que Israel reaccionara con agresividad y desproporción, generando una brecha entre los países musulmanes de manera que la población de estos (más anti-israelí que sus líderes) les pusieran en el brete de tener que apoyarlos a ellos en vez de a los hebreos. Aunque ello supusiera un coste inasumible para la población de Gaza, que muy probablemente sería masacrada y ocupada. Como efectivamente ha sucedido. Una forma de morir matando, porque Israel no se va a retirar de Gaza hasta que no elimine completamente a ‘Hamás’, obligando a la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania a ponerse de perfil, especialmente si al final los israelíes les entregan el gobierno de la zona una vez liquidado ‘Hamás’.
En definitiva, un desatino político totalmente innecesario, que sólo ha traído un sufrimiento inútil a los gazatíes. Y que, además, ha proporcionado un balón de oxígeno a un debilitado Netanyahu, que se hallaba en la picota por sus reformas autoritarias; preso, por lo demás, de los judíos ortodoxos y radicales, partidarios de una agenda nacionalista totalmente hostil a los palestinos. Su respuesta desmedida, caracterizada por intolerables masacres que le han arrebatado a Israel la inicial simpatía inicial con la que contaron tras el ataque palestino, ha enturbiado su relación con los Estados Unidos. Por lo que, ante el espaldarazo de la comunidad internacional, sabe que sólo una guerra con Irán puede salvarle. Una guerra que obligue a Washington a apoyarle incondicionalmente y a pasar por alto el trato bárbaro al que se está sometiendo a la población civil de Gaza.
La escalada con Irán, que ya viene de lejos, no abre necesariamente un escenario de guerra directa entre los dos países, si bien no es descartable. Lo que sí es muy posible es que estalle un conflicto armando puro y duro entre Israel y ‘Hezbolá’ en el Líbano, como una respuesta israelí al reciente ataque iraní. De esta forma Teherán -que sabe que no puede permitirse una guerra abierta con Jerusalén, especialmente si cuenta con el apoyo decidido de Washington- puede seguir hostigando los intereses de Israel sin involucrarse en un conflicto que es probable que termine por destruir su ya maltrecha economía doméstica. Será, en última instancia, la voluntad real de los gobiernos israelí e iraní los que marquen la diferencia entre el enfrentamiento directo o su aparente contención por medio de la guerra proxi o ‘guerra interpuesta’. El mundo, por el momento, contiene la respiración.