LECCIONES FRANCESAS
Ha pasado más de una semana desde la celebración de la Segunda Vuelta de las Elecciones Legislativas en Francia, y se hace necesario analizar, fuera ya de las pasiones del momento, el significado de los resultados. Una aproximación a vista de águila arroja un panorama diferente del que se presenta en realidad. Recapitulemos: el Nuevo Frente Popular liderado por Jean-Luc Mélenchon obtiene 9 042 485 votos en primera vuelta y 7 040 198 en segunda, con 182 escaños en total, subiendo 51 respecto a las últimas elecciones; Juntos (Ensemble), la fuerza de Marcon, saca 6 820 446 votos en primera vuelta y 6 692 358 en la segunda, con 168 escaños en total, bajando 82; y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen se alza con 10 647 914 votos en primera vuelta y 10 110 034 en la segunda, con 143 escaños en total, subiendo 54.
Así las cosas, pudiera parecer que tras las extraordinariamente optimistas previsiones respecto a los resultados que iba a cosechar la extrema derecha, al final ha sido una nueva derrota de la fuerza de Le Pen, a la vez que se convierte una victoria sin paliativos de la extrema izquierda y el centro de Macron mantiene el tipo. Sí, pero a la vez no. Para entender bien esto hay que tener en cuenta cómo funciona el sistema político francés por un lado, y luego cómo lo hace su sistema electoral por otro. Desde 1958, Francia está regida por un sistema semi-presidencialista, fruto de la crisis que enterró a la Cuarta República para dar a luz a la Quinta, de la mano de Charles de Gaulle. Pues bien, según este sistema, el Presidente de la República (que es el Jefe de Estado) se elige directamente por sufragio por siete años, mientras que la Asamblea Nacional es elegida por cuatro años, siendo ella la que da la confianza al Primer Ministro designado por el Presidente, configurándose de esta manera una Ejecutivo dual en el que el Presidente puede tomar decisiones sin necesidad de aprobación parlamentaria -fundamentalmente en materia de Diplomacia y Política Exterior-, mientras que el Primer Ministro debe someterse a la Cámara Legislativa, con funciones esencialmente de Política Interior.
En cuanto al sistema electoral, las Elecciones Legislativas en Francia favorecen la creación de grandes macrocoaliciones electorales, como la del Nuevo Frente Popular, que acuerdan un programa de mínimos, y se reparten las candidaturas en cada una de las 577 circunscripciones con un número de habitantes similar. Obteniendo la fuerza más votada el único escaño posible, en una Asamblea Nacional de 577. Esto quiere decir que, para elegir a un Primer Ministro, es preciso hacerse con una Mayoría Absoluta de 289 escaños. Así, el Presidente se vería obligado a elegir a un Primer Ministro en función de los resultados, dando lugar al fenómeno de la ‘cohabitación’. Es decir, un Presidente de una formación y un Primer Ministro de otra.
El resultado final es un parlamento mucho más fragmentado de lo que pudiera pensarse pues, en contra de lo que sucede en los países con sistemas políticos parlamentarios puros (donde se vota a la Asamblea Legislativa, y esta elige por mayoría al jefe del Poder Ejecutivo) como por ejemplo España o Alemania, las coaliciones francesas funcionan con un propósito claramente electoral, especialmente pensado para la Segunda Vuelta. En estas últimas elecciones, el centro-derecha y la extrema izquierda hicieron causa común contra la extrema derecha, pues tanto unos como otros retiraban sus candidatos de las circunscripciones en las que tenía más posibilidades de ganar el otro, para no perjudicarse mutuamente.
Pese a esto, ahora mismo no existe una Mayoría Absoluta. Lo que quiere decir que el Presidente Macron tiene amplio margen para formar el gobierno que desee, siempre que pueda llegar a pactos con partidos afines. Desde esta óptica, el líder de la coalición de extrema izquierda dista mucho de estar una posición en la que pueda imponerle un Ejecutivo a Macron, pues su partido político, La Francia Insumisa, sólo tiene 74 escaños en una coalición con 182. Así que sí, la extrema izquierda ha conseguido con su coalición el mayor número de escaños, pero no tiene capacidad ni para gobernar ni para imponerle su agenda ideológica al Presidente. El centro-derecha, en cambio, sigue controlando las palancas del poder al no haber crecido lo suficiente ninguno de los dos extremos.
No obstante lo anterior, tanto la extrema izquierda como el centro-derecha son espacios fragmentados. No sucede así con la extrema derecha, espectro ideológico en el que su único protagonista, la Agrupación Nacional, tiene 143 escaños, con una subida espectacular desde los 89 de las pasadas legislativas, que tuvieron lugar hace nada menos que dos años, en 2022. Una potencia política formidable, que impide esconder su amplio respaldo social y el progresivo deterioro de sus rivales, incapaces de ofrecer soluciones a los graves problemas de inmigración ilegal y de seguridad pública que experimenta el país galo.