Fracturas y articulaciones del sistema global
Aleksandro Palomo es uno de los analistas políticos más lúcidos de nuestro momento.
El panorama internacional de comienzos del siglo XXI se presenta turbulento y recuerda a las catástrofes que asolaron la primera mitad del siglo XX. El incremento de las tensiones entre las grandes potencias no parece presagiar nada bueno. Todo parece indicar que se avecinan cambios importantes en el sistema internacional y que está a punto de nacer un nuevo orden mundial.
Aleksandro Palomo (autor de reconocido prestigio, sobre todo entre la izquierda intelectual) muestra las claves para poder entender la situación actual y tratar de vislumbrar hacia donde se dirige el mundo con un repaso región a región donde existe conflicto internacional: Cáucaso, Yugoslavia, Ucrania, Afganistán, Asia del Sur, Mar de China, Corea, Palestina, Irak, Siria, Irán, Yemen, Iberoamérica, África del Norte, Occidental y Oriental, África Central y Ártico.
Además repasa el papel de las grandes potencias internacionales y cierra el ensayo con análisis al propio sistema internacional, tanto los organismo multilaterales como los retos del mundo. Geoestrategia: fracturas y articulaciones del sistema global llega a las librerías el 19 de septiembre. Anticipamos en La Iniciativa la parte dedicada a Ucrania.
XIV
LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES
Ucrania
Las tensiones entre Rusia y Estados Unidos parecieron amainar a raíz de los atentados del 11-S (2001) y la colaboración que se estableció entre ambos Estados contra los talibanes de Afganistán. Sin embargo, la oleada de las ‘revoluciones de colores’ que se abatió sobre Estados que fueron antiguas repúblicas pertenecientes a la Unión Soviética (Georgia, Ucrania, Kirguizistán, Bielorrusia) y en la esfera de influencia de Rusia, comenzaron a distanciar de nuevo a Washington y Moscú.
Dichas revoluciones estaban apoyadas y patrocinadas por organizaciones estadounidenses y apoyaban a gobernantes que deseaban un distanciamiento de Rusia y un acercamiento a las potencias occidentales. Especialmente tensa era la disputa en torno a Ucrania, ya que era uno de los Estados más importantes involucrados en este proceso de revoluciones, tanto por su posición geoestratégica, como por su importancia económica.
En 2004 se había producido en Ucrania la llamada ‘Revolución naranja’. Así se llamó a una serie de protestas organizadas por el movimiento naranja para protestar contra el gobierno. Finalmente, una coalición política de partidos a los que apoyaba el movimiento naranja obtuvo la victoria en las elecciones. El nuevo gobierno dirigido por el presidente Víktor Yushenko intentó desligar a Ucrania de su alianza tradicional con su vecino Rusia y acercar al país a la órbita de la Unión Europea.
Sin embargo, las fuertes dependencias económicas (sobre todo energéticas) de Rusia y los escándalos de corrupción acabaron con el gobierno naranja en 2010. Ese año ganó las elecciones el presidente Víktor Yanukovich que volvió a situar a Ucrania en la esfera de influencia de Rusia. Sin embargo, en 2013 comenzaron de nuevo las protestas contra el gobierno. Esta vez al movimiento de protesta se lo bautizó como ‘Euromaidán’. Maidán era la plaza central de Kiev donde se reunían los manifestantes reclamando la asociación de Ucrania con la Unión Europea.
Durante las protestas el país se dividió entre los habitantes de las regiones occidentales que eran pro-occidentales y los habitantes de las regiones orientales que eran pro-rusos. En 2014, las protestas y la consiguiente represión se volvieron violentas. Finalmente, a comienzos de año, el presidente Yanukovich huyó a Rusia y los partidos de la oposición se hicieron con el control del Parlamento. El Parlamento nombró un nuevo gobierno de transición y los pro-rusos denunciaron un golpe de Estado.
Algunos gobiernos regionales del este del país (Crimea, Donetsk, Lugansk) se negaron a reconocer al nuevo gobierno y proclamaron su independencia de Ucrania. En el caso de Crimea, una fuerza militar (se sospecha que tropas rusas) respaldaron el proceso de independencia. El nuevo gobierno de Crimea solicitó su incorporación a la Federación Rusa después de celebrar un referéndum favorable. Rusia aceptó la solicitud y Crimea pasó a formar parte de su vecino Rusia.
Esta ‘anexión’ no fue reconocida por la ONU ni por la mayoría de la comunidad internacional que consideran a Crimea un territorio ucraniano ocupado por Rusia. El suceso de Crimea tensó gravemente las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. Washington apoyó desde el primer momento las protestas del Euromaidán y buscaba sacar a Ucrania de la esfera de influencia rusa. Por su parte, el gobierno de Putin se mostró muy enérgico con la crisis de Crimea. Esta península es de un valor estratégico fundamental para Rusia si quiere conservar su acceso al mar Negro.
Después de la crisis de Crimea el gobierno ucraniano intentó someter por la fuerza a las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk. Para ello envió al ejército y estallaron los combates con las milicias separatistas, dando comienzo la guerra civil ucraniana. En 2015 hubo una escalada de tensión cuando la OTAN desplegó fuertes contingentes de tropas en los países de la alianza vecinos de Ucrania. Por su parte, Rusia también desplegó tropas en la frontera con Ucrania.
Finalmente, ese mismo año se celebró la cumbre de Minsk II por mediación de la Unión Europea, en la que ambas partes acordaron un cese al fuego. Después del acuerdo los combates no desaparecieron, pero disminuyeron en intensidad. A finales de la Globalización, el gobierno ucraniano no había renunciado a recuperar, aunque fuera por la fuerza, los territorios rebeldes. Mientras que los gobiernos rebeldes disfrutaban de una independencia de facto bajo la tutela de Rusia.
Un tercer frente en este conflicto se abrió a partir de 2018, cuando se produjo el primer incidente del mar de Azov entre las armadas ucraniana y rusa. En este caso el litigio tenía que ver con el estrecho de Kerch que separa las aguas del mar de Azov del mar Negro. El estrecho de Kerch separa Crimea de Rusia, y desde la anexión de Crimea, Moscú lo considera sus aguas territoriales. Sin embargo, Kiev, que no reconoce la anexión, lo considera aguas internacionales.
Hubo una escalada de tensión internacional cuando el gobierno ucraniano comenzó a concentrar tropas frente a las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk. Moscú alertó de que Kiev estaba rompiendo los acuerdos de Minsk II. Al mismo tiempo, Ucrania comenzó un proceso de adhesión a la OTAN. Ante esta situación, Rusia reclamó unas negociaciones a la OTAN en las que solicitaba unas «garantías de seguridad». Estas garantías incluían una promesa jurídicamente vinculante de que Ucrania no se uniría a la OTAN y una reducción de las tropas y del equipo militar de la OTAN estacionados en Europa del Este. La OTAN rechazó estas solicitudes.
Finalmente, el 24 de febrero de 2022 las tropas rusas invadieron la parte oriental de Ucrania. La ofensiva rusa fue contenida al cabo de unas semanas y no logró la conquista de Kiev. En el verano de 2022, las tropas ucranianas lograron recuperar parte de los territorios perdidos. A partir de entonces, el enfrentamiento se ha convertido en una guerra de posiciones con escasos avances por parte de ambas partes.
La guerra ha provocado un flujo masivo de refugiados (aproximadamente 7 millones de personas), que en su mayoría se han instalado en la Unión Europea. Ha supuesto la quiebra económica de Ucrania y la devastación de parte de su territorio. Por otra parte, el conflicto provocó una subida de los precios de los hidrocarburos y de todo tipo de productos en todo el mundo.
La respuesta de Estados Unidos y la Unión Europea a la invasión rusa fue imponer un programa de duras sanciones económicas y comerciales a Rusia, con el objetivo de paralizar la economía rusa. Por otra parte, los países de la OTAN decidieron financiar económicamente a Ucrania y enviarle armamento para que pudiera sostener el esfuerzo bélico. Esta reacción de los países occidentales ha tensado dramáticamente las relaciones entre Rusia y Estados Unidos junto a la Unión Europea.
Las sanciones económicas occidentales a Rusia no obtuvieron el resultado esperado. Como consecuencia el intento de aislamiento internacional contra Rusia provocó un reajuste de las relaciones internacionales. Rusia y China intensificaron sus relaciones en una respuesta al polo de poder occidental: Estados Unidos-Unión Europea. Por otra parte, se ha relanzado el BRICS con la incorporación de nuevos países como Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Egipto y Etiopía.
Un hecho relevante, acaecido en septiembre de 2022 durante el conflicto, fue la voladura de los gasoductos Nordstream I y II. Estos gasoductos propiedad de un consorcio ruso-germano suministraban gas desde Rusia a la Unión Europea a través del mar Báltico. El esclarecimiento de este ataque puede tener repercusiones importantes, si se demuestra, como todo apunta, a que Estados Unidos está detrás de esta acción.