La Diada en crisis
En una semana en la que los independentistas han celebrado más desunidos que nunca la Diada, entrevistamos a Antonio Carmona, Doctor en Historia y escritor. Este malagueño ha realizado la mayor parte de sus investigaciones en el ámbito de la demografía histórica, en referencia a sociedades complejas como las del norte de África.
Con ‘Mitos y leyendas del nacionalismo catalán’ se embarca en destripar las falsedades del nacionalismo catalán. Los nacionalismos tienden a inventar, ocultar o modificar hechos históricos en función de sus intereses.
«El victimismo catalanista ha calado en la juventud»
El espíritu juvenil es rebelde por naturaleza. En Cataluña desde hace 40 años el dominio es del nacionalismo, ¿por qué los jóvenes catalanes no se rebelan contra el poder nacionalista sino que lo hacen contra la ‘opresión’ española?
Estudios sociológicos han demostrado que los medios de comunicación independentistas, han venido usando determinados conceptos dentro de un proceso de aplicación de neosintagmas, tendentes a establecer una confrontación ficticia entre España-franquismo y Cataluña-democracia. Los jóvenes catalanes, influidos por una educación sectaria desde la cesión a Esquerra de las competencias en Educación han asumido ese ‘márquetin’. El victimismo catalanista ha calado en la juventud siempre dispuesta a ver opresión donde no la hay, porque de esa manera tienen un motivo de lucha que calma su típico ardor reivindicativo juvenil. La ‘compra’ del movimiento obrero por la burguesía catalana, que ha sumido en un caos a PSC, ha hecho el resto.
CiU ha sido una formación constructiva en la estabilidad de los gobiernos centrales de España, ¿o ha sido el caldo de cultivo de lo que hoy es el independentismo más visceral?
Cada vez estoy más convencido que la actitud del clan Pujol ha sido hipócrita desde el principio. Aprovechando la debilidad física y política de Tarradellas con quien Suárez había llegado a un acuerdo para la normalización democrática, CiU ha usado el parlamento español en una doble vía: por un lado obtener poco a poco, a cambio de los parecidos votos que la ley D’Hont les concede, una dosis de autogobierno de la que no gozan ni los landers alemanes. Esta era la base sobre la que se montó el programa 2.000 en el que el independentismo se quitaba la careta de un colaboracionismo al estilo Cambó, para advertir al gobierno central de su supuesto derecho a decidir. Pero la realidad es que no se puede negociar con quienes tienen un objetivo marcado e inamovible desde el siglo XIX.
¿Tendrán cabida de nuevo partidos catalanistas no independentistas o el ambiente está demasiado polarizado para ello?
Rotundamente, no. En realidad dudo mucho de que nunca haya existido un partido moderado dentro del soberanismo catalán. En un pasado, sobre todo en los inicios de la Renaixensa, los discursos de Prat de la Riba y de otros, incluían siempre una referencia a seguir siendo españoles. Pero en los albores del siglo XX, el impulso republicano a nivel nacional, incrementó las esperanzas del soberanismo, que se plasmó en las proclamaciones de independencia de Maciá en 1931 y Company en 1934.
Lo que ha existido desde que se restauró la democracia en Cataluña es una táctica diferente a la que se utilizó en la Segunda República y a la que se llevó a cabo en el País Vasco, lo que ha ahorrado a los españoles un cierto número más de víctimas.
Tanto UDC, como Esquerra han jugado papeles convergentes. En toda reivindicación segregacionista la alta burguesía ha sido siempre más moderada, y esta la representó el PNV en las Vascongadas y CDC en Cataluña. Pero sus fines eran los mismos: la independencia. La única diferencia con las clases medias independentistas, representada por Esquerra, era la oportunidad y la forma de llevarla a cabo. Esquerra jugó entonces el papel del extremismo, dejando campo libre a Convergencia como partido moderado. Todo era una táctica que desembocaría finalmente el Junts Per Cataluña. Unió podía haber jugado el papel de moderado, pero su escaso potencial le limitó a ser el furgón de cola de CiU. Los errores de Convergencia, expresados en la corrupción, que no causa tanto daño al independentismo como al resto de los partidos españoles, ha facilidad el ascenso de Esquerra, es decir de la pequeña burguesía que siente más visceralmente el republicanismo independentista.
En realidad en Cataluña ha existido desde 1978 sólo dos tendencias: el soberanismo y el constitucionalismo. Este último se ha visto mermado por la política de integración de los ‘otros catalanes’ que han llevado a cabo los soberanistas, y la actitud ambigua del PSC. La incorporación de partidos de izquierda a los postulados independentistas, ha dado al movimiento soberanista un impulso extraordinario, incorporando a los antes denostados ‘charnegos’ como parte útil del independentismo. Si a esto unimos el fracaso de Ciudadanos que, a mi entender, se lanzó demasiado pronto a una política nacional queriendo aprovecharse de los votos perdidos por el Partido Popular, tenemos un panorama bastante difícil. La única solución política sería una vuelta del PSC a los postulados pre Pascual Maragall.
Los nacionalismos reinventan la Historia mediante la exaltación de algunos hechos, la ocultación de otros y la invención de otros cuantos. ¿Podría poner un ejemplo de cada uno en el nacionalismo catalán?
Dejando a un lado las elucubraciones del Institut Nova Historia, se pude decir que existen muchos aspectos de la historia que ocultan los independentistas, otros tantos lo tergiversan y, dando espacio a la duda metódica, puede existir también una interpretación distinta de un hecho histórico, lo que no es en absoluto descalificable.
La exaltación de la fecha de 1714 es la más exagerada. En 1714 sólo terminaría una guerra entre españoles partidarios de la casa de Austria y los de los Borbones, cuyo rey Felipe V había sido elegido rey de España según el testamento de Carlos II en 1700. Antes de 1714 ya había terminado la guerra internacional en Europa entre Francia e Inglaterra al ser nombrado el archiduque Carlos emperador de Austria. No fue hasta 1717 cuando se quitaron los fueros, pero lo que se obvia son dos cosas: la primera, que la unificación legislativa afectó a toda España, salvo a Vascongadas y Navarra; y, por otro lado, que la desaparición de los fueros benefició más que perjudicó a la economía catalana como demuestran los datos demográficos y económicos, algo que nunca van a reconocer los soberanistas.
Creo que el más importante hecho que silencian los independentistas es el tratado de Corbeil (1258), por el cual el rey de Francia, Luis IX, reconoció a los condados catalanes, salvo el de Provenza, como parte del reino de Aragón. Todo este complejo episodio lo desarrollo extensamente en el libro.
Y por último, se inventan una independencia del imperio carolingio, cuando en realidad fue un abandono de los carolingios a causa de su decadencia. De derecho, Cataluña nunca fue un estado independiente, sencillamente porque no existía; existían los condados catalanes (dirigidos por condes o funcionarios carolingios), entre ellos el de Barcelona. Estos condados mantuvieron una vida un tanto anárquica hasta que fueron incorporados a la corona de Aragón por el citado tratado de Corbeil. Wilfredo el Belloso no fue el primer conde independiente de Cataluña.
«La utilidad del español en el mundo es incontestable, y rechazar el bilingüismo una de las mayores estulticias que la demencia independentista está cometiendo»
Usted, como maestro, ¿qué consecuencias cree que puede tener la ‘inmersión lingüística’ en las generaciones futuras catalanas a nivel laboral cuando el español es cada vez más demandado en el extranjero?
Indudablemente la utilidad del español en el mundo es objetivamente un hecho incontestable, y rechazar el bilingüismo una de las mayores estulticias que la demencia independentista está cometiendo. Por más que se explique que con el catalán y el inglés cualquier miembro de las generaciones futuras puede valerse perfectamente, persistiría el suicidio cultural con el rechazo al bilingüismo. Despreciar al primer idioma del mundo, por el segundo, es absurdo cuando en realidad cuanto mayor número de lenguas se hable, más posibilidades se abren. La insensatez se convierte en una carga económica cuando observamos que el aprendizaje del español es gratis, mientras que el del idioma inglés tiene su coste por no estar implantado como idioma materno.
En estos momentos, y a pesar del esfuerzo de las autoridades educativas catalanas, el español no puede ser erradicado de una gran mayoría de catalanes que tienen esa lengua como materna, y que, en una emulación realmente curiosa, de seguir su persecución política, el castellano o español terminaría por hablarse en la clandestinidad, como en tiempos de la dictadura de Franco ocurría con el catalán. Esos datos enfurecen al catalanismo intransigente que vive anclado en las teorías nacionalistas del XIX, en las que en el idioma se configuraba la esencia de una nación. No estamos en el siglo XIX y la globalidad también afecta al lenguaje. El obcecamiento del independentismo en este aspecto hace que se ponga toda la carne en el asador para una inmersión brutal.
Por otro lado, esto nos llevaría a un empobrecimiento de la cultura catalana, que quedaría encerrada en su territorio, comprendida en exclusiva por los catalanes, y hasta sería indiferente para el resto de España, no por la manida referencia a la catalanofobia, que no existe, sino por el hecho de considerarse ella misma como cultura que no compete al resto de los españoles. Leer en catalán a los autores catalanes, no sería una prioridad del resto de los hispanoparlantes, y traducir esos libros al español sería absurdo, pues se le daría posibilidades a los catalanes hispanoparlantes, con lo que se volvería de motu proprio al bilingüismo. Para ese viaje no hace falta alforjas, ni modificar el estatus actual, en el que el fomento del idioma catalán no debe implicar un menoscabo del español.
«Nadie duda ya de que Pedro Sánchez ha traspasado todas las líneas y está haciendo cosas que hace unos años les parecerían a todos, incluso a los socialistas, aberrantes»
Desde la publicación de su libro, en 2021, hasta ahora han pasado muchas cosas en Cataluña: amnistía para golpistas y malversadores, desaparición de Ciudadanos en el Parlament, entrada de la ultraderecha catalanista Aliança Catalana… ¿Hacia dónde camina Cataluña?
Es más de lo mismo. Es un error creer que el proceso tiene un recorrido tan corto como el de 2017 hasta ahora. Ha sido una preparación minuciosa por parte del soberanismo, que ha ido cargando privilegios a costa de la gobernabilidad de España. Hay gente que se sorprende cuando ve la situación actual en Cataluña y la aceptación mayoritaria del estatuto, primer estatuto. Se pensaba que con retrotraer la situación a la Segunda República se iba a acabar el problema. Pero no se iban a parar ahí, entre otras cosas se olvidó que durante la Segunda República ya hubo dos intentos de independencia unilateral
Es cierto que el proceso no es fácil y que el soberanismo tiene muchos inconvenientes, incluido su propia incoherencia. A veces dan palos de ciego, otras veces se adentran en la realidad de una independencia imperfecta y, como en el caso actual, se llega a arrancar trozos de la soberanía española cuando los gobiernos los ha dejado hacer o los ha necesitado.
Nadie duda ya de que Pedro Sánchez ha traspasado todas las líneas en ese gobierno personalista que lleva y está haciendo cosas que hace unos años les parecerían a todos, incluso a los socialistas, aberrantes. La amnistía es una forma de desigualdad, y la cesión de la Agencia Tributaria otra mayor. Todo eso, sin que el Gobierno tenga un plan claro sobre la conformación territorial de España. Se tiene que tentar antes las ropas poque, como se ha visto, ha perdido la mayor parte de las regiones autonómicas que están bajo el mando del PP, antes aliado en algunos sitios con Vox.
Por otro lado, no debemos olvidar la intrahistoria del catalanismo constitucional, que cada vez se ve más solitario ante el poder soberanista y las cesiones de Sánchez. El hecho de que Cataluña tenga una población de arriada tan grande es un hándicap para su conversión catalanista. En una ocasión, después de dar una conferencia en el distrito de san Martí, se me acercaron varios del público para pedirme si sabía la salida de lo que estaban viviendo. No supe qué contestar, pero les dije que algo debería de cambiar para mejor cuando la demanda soberanista amainase. Alguien me dijo, que eso solo sucedería cuando Cataluña estuviera arruinada y los soberanistas no pudieran sacar tanta tajada de su empeño.
En este sentido, hay que echar también una parte de culpa a los constitucionalistas catalanes, que se agarran al triunfo de vez en cuando, como ocurrió con Ciudadanos, pero que, de forma, creo que egoísta, abandonan ese proyecto por una expansión nacional que era, muchos lo sabemos, una entelequia. No creo que fuera el tiempo de salir de Cataluña. De ahí vino la hecatombe de Albert Rivera y los suyos. Al pueblo desesperado no se le abandona por muchas perspectivas que se creen.
Todo esto me lleva a pensar que la situación de Cataluña va a quedar enquistada. El soberanismo no va a conseguir más que privilegios económicos, lo que, en realidad, desean, y se va a crear una especie de falso estado unitario, con regiones aventajadas que el resto de los españoles vamos a aceptar y sufrir.
Todo eso quizás pueda rebajar la dosis de baja autoestima que los catalanes, de muchos apellidos, sienten ante España, a quienes acusan de todo: robar y tenerlos marginados, sin darse cuenta de su automarginación y de que no son el ombligo del mundo, como no lo es ningún trozo de territorio del Planeta. Al final, el amor patrio también es un factor a tener en cuenta en la superestructura social de cualquier comunidad.