El neomarxismo gobernante, explicación de un cincuentenario (I)

«Decir que no celebra la muerte de Francisco Franco sino los cincuenta años de democracia es una nueva maniobra propagandística y frentista del Gobierno actual.»
Gabriel Alonso-Carro y García-Crespo
En este 2025 se cumplirán 50 años de la muerte de Franco, no del comienzo de la democracia en España, que se produjo a partir de la evolución interna del régimen primero con la Ley de Reforma Política (1976), aprobada definitivamente a principios del año siguiente, pasando por las primeras elecciones generales en junio de 1977 —hasta llegar al referéndum de aprobación de la Constitución Española (en diciembre de 1978)—. La Monarquía constitucional parlamentaria de la que gozamos se gestó en un período de dos años aproximadamente tras el primer aniversario del fallecimiento del anterior Jefe de Estado al Rey emérito.
La prueba es que el presidente de gobierno Carlos Arias Navarro (nombrado en 1973) siguió en su cargo y sin grandes cambios (una tímida ley de Asociaciones) hasta julio de 1976, cuando se produce el nombramiento de Adolfo Suárez —decidido entre una terna por Juan Carlos I—. Es a partir de entonces cuando se plantean abiertamente los cambios necesarios que condujeron a un nuevo sistema político, no antes (aunque ya existiera la sensibilidad aperturista con bastante antelación). Cuando se celebra a los que la hicieron posible, seamos leales a los hechos no a distorsiones ideológicas.
Pues bien, entonces —si se dice no celebrar la muerte de Francisco Franco sino los cincuenta años de democracia—, ¿de qué estamos hablando? Obviamente de una nueva maniobra propagandística y frentista del Gobierno actual. No se trata de conmemorar y celebrar juntos todos los españoles ningún hito democrático sino, de nuevo, de manipular obscenamente y de manera cainita una efeméride para arrojar acusaciones veladas y no tan veladas al enemigo a batir y descalificar, que no adversario político—como en términos democráticos, y no neomarxistas, debiera ser—.

«Buena parte de la izquierda española aún no ha entendido en qué consiste la democracia liberal»
No nos engañemos, buena parte de la izquierda española aún no ha entendido en qué consiste la democracia liberal y cuando hablan de tal sistema y presumen de su ejercicio lo que tienen en mente son modelos próximos ideológicamente a aquellos en que el poder no recae en la soberanía popular mediante el voto y la alternancia sino más bien en el ‘pueblo’ entendido en clave contrapuesta y enfrentada con el polo contrario de su imaginario político, cualquiera que éste sea: bien ‘la casta’ (Pablo Iglesias dixit) o bien la ‘fachosfera’ (Sánchez Castejón) o bien entonan el ‘no pasarán’ (M. J. Montero, Vicepresidenta a la sazón).
Esta manipulación del lenguaje político es el reflejo de la supervivencia hoy día de aquella terminología de cuño soviético, recuérdese la mal llamada República Democrática Alemana (la comunista), o la maoísta de la propia República Popular China. En ambos casos el marxismo dogmático más puro y duro alimentaba y nutre aún —con sus devaluaciones progresivas— la confusión lingüística, sin embargo, este cambio de significados para decir lo que realmente piensan en términos aceptables en el s. XXI sigue muy vigente, aunque disfrazado.
¿O no les suena eso del ‘socialismo del s. XXI’ (chavismo), bolivarianismo (izquierda radical indigenista), ‘indignados’ o ‘insumisos’ (que en Francia acoge desde el PCF hasta EH-Bildu, herederos del marxismo-leninismo de ETA)? En España, del mismo modo, si se fijan, se han cambiado los conceptos más duros de digerir (marxismo, comunismo, etc.) por otros más asumibles como ‘la gente’, ‘rojos’, ‘progresistas’, etc. que encubren exactamente lo mismo sólo que más dulcificado.
«Julio Anguita en plena democracia y sin ningún rubor como marxista-leninista; Pablo Iglesias decía preferir el comunismo a la libertad»
Julio Anguita, líder de Izquierda Unida, se definía hace décadas, en plena democracia y sin ningún rubor ni ambages, como marxista-leninista. Lo propio hacía Francisco Frutos, que además exaltaba la libertad en Cuba frente a la democracia USA. Antes de ayer Pablo Iglesias decía preferir el comunismo a la libertad y ayer mismo el exministro de Consumo Alberto Garzón de la actual coalición gobernante celebraba con orgullo el centenario del PCE, junto con su compañera de gabinete Yolanda Díaz.
No importa que el Parlamento Europeo haya votado mayoritariamente no promover ni ensalzar ni el nazismo ni el estalinismo, a cuyas órdenes estuvo rigurosamente el Partido Comunista de España muchas décadas (aunque finalmente cooperara en la Transición, vista la inviabilidad de la causa revolucionaria añorada por no pocos en aquel momento). No se trata de desenterrar cadáveres pero fue la URSS la que tuteló durante lustros a esta organización política, que adoptó el juego democrático tras casi seis décadas de querencias totalitarias.
«Dolores Ibarruri, estalinista confesa, es ensalzada como una gran demócrata y luchadora por las libertades»
Tampoco importa que durante la mayor parte de su historia nunca fuese democrático ni mucho menos, más bien todo lo contrario, ni que todo ello obste para que otro reciente secretario de Estado del PCE se negara a condenar el comunismo alegando haber sido los verdaderos opositores a Franco y no el PSOE, como es sabido, pero callando que para instaurar el paraíso comunista, no para sustituir el régimen por una democracia (como reconocía Antonio Muñoz Molina). Por eso Dolores Ibarruri, estalinista confesa, es ensalzada como una gran demócrata y luchadora por las libertades (¿?).
Y en este panorama entra otro personaje en escena, el actual PSOE, compañero de coalición gobernante. A duras penas Felipe González puro deshacerse, a la cabeza del Partido, ¡a finales de los setenta!, del lastre del dogmatismo marxista. Quiere decirse que hasta entonces el PSOE ni apostaba ni creía en la democracia liberal, la que se buscaba en la Transición. Se incorporó a trancas y barrancas en septiembre de 1979, casi un año después de la aprobación de la Constitución de 1978, abandonando el marxismo como ideología oficial del PSOE, aunque manteniendo las tesis marxistas como instrumento crítico y teórico dentro de la organización del Partido (¿?).

«El enfoque socialdemócrata del PSOE en 1979 no era la tradición de la casa y tuvo que ser importado por los apoyos internacionales»
El nuevo enfoque socialdemócrata no era la tradición de la casa y tuvo que ser importado por las nuevas circunstancias y la presión y los apoyos internacionales. Se ha dicho con razón que los socialistas españoles han sido arrastrados al radicalismo en el pasado cuando se han unido a los comunistas. Y se está repitiendo el mismo fenómeno, únicamente que ahora se maquilla de ‘coalición progresista’. Algunos opinan —no sin atisbos razonables— que el PSOE ha vuelto por donde solía y que el paréntesis 1979-2000 (hasta la llegada de Jose Luis Rodríguez Zapatero) le devuelve a sus orígenes marxistas ahora transmutados dado el fracaso estrepitoso del ‘socialismo real’, del que siempre fue simpatizante aunque quizá no tan militante como el PCE.
Esta introducción, que me perdonarán los lectores, era necesaria para tratar en profundidad la tesis que titula este artículo: tanto en lo referente al neomarxismo imperante en el Gobierno español como la necesidad de recurrir a una macabra efeméride que no fue el comienzo de nada, sino el principio del final de una época. Si los que se han tomado la molestia en leerme me conceden su venia, comprenderán si continúan haciéndolo en la próxima entrega, el sentido y la ineludible exigencia de este previo prólogo para entender mejor la relación entre ambos enunciados recogidos en el encabezamiento. Les ruego su paciencia y hasta pronto.
Muy bien Gabriel.
Espero con impaciencia la.continuacion
Muy ilustrativo el recopilatorio histórico. Y plenamente de acuerdo