El frentismo político (el problema) y la cultura (la solución) (II)

Hay un voto desinformado y condicionado por opiniones ajenas de los medios, la falta de reflexión y pensamiento crítico individual, la carencia de esfuerzo para aprender a pensar.
Gabriel Alonso-Carro y García-Crespo
El lector encontrará en el capítulo tres del libro España, juguete del oportunismo. El desgaste nacional tras las elecciones del 23J, 2023, de Germán Gullón, lo que quizá constituya el corazón, la entraña argumental, de todo el hilo conductor del libro. Como ya dije en mi anterior artículo, no pretendo entrar en el detalle para animar a la lectura de las páginas escritas por nuestro autor, pero baste enunciar algunos de los diagnósticos que expone como males a evitar en una democracia madura.

Así, por ejemplo, el voto desinformado y condicionado por opiniones ajenas de los medios, la falta de reflexión y pensamiento crítico individual, la carencia de esfuerzo para aprender a pensar por cuenta propia y guiarse por el propio criterio, no evitar el automatismo de seguir a los propios o los impulsos viscerales, dejarse llevar por la irresponsabilidad cívica (ante la seriedad de contribuir con una elección libre y ponderada a una sociedad cada vez más compleja), etc.
Se sirve Gullón de la excelente novela de Delibes Los Santos inocentes y de la no menos magistral versión cinematográfica de M. Camus para ilustrar su tesis de cómo el poder en cualquiera de sus manifestaciones no puede arrebatarnos ser dueños de nuestros sentires —nuestro íntimo reducto— pero también cómo puede conducirnos al frentismo si cedemos a la tentación de dejarnos atrapar por el simplismo populista que exalta las pasiones para dividir en vez de para generar unidad.
Ortega y Gasset afirmó que una nación «es un proyecto sugestivo de vida en común» y la clave de la vida política es orientar a la sociedad hacia metas estimulantes conjuntas y no disgregadoras. Y ese horizonte ilusionante se puede lograr conjugando, como sostiene la tesis fundamental del libro, tradición y modernidad, conservadurismo y progresismo (salvando lo ambiguo e indeterminado de estos términos), religiosidad y laicismo, sensibilidades sociopolíticas de un signo o de otro, y todo ello en un marco de legítima pluralidad y diversidad.
Un conocido historiador ya fallecido planteó lo que denominó «el patriotismo cultural» común como elemento central y amalgama de nuestro país. Antes, había habido intentos de hacerlo por medio del «patriotismo constitucional» de inspiración habermasiana. Nuestro profesor y crítico literario apuesta por la cultura como factor clave para espolear una sana convivencia. El acudir a referentes literarios y cinematográficos como los citados para explicar algunas claves ya indican el tenor de su elección.
«La lectura, la reflexión personal, el esfuerzo por aprender y superarse, contribuyen a la excelencia en la participación ciudadana»
La lectura, la reflexión personal, el esfuerzo por aprender y superarse, la concentración y la atención para las actividades que exigen un esfuerzo mental, las artes en general, etc., son los medios que propone Germán Gullón como medios de cultivo personal que, a la larga, contribuyen también a la excelencia en la participación ciudadana.

La pasión por saber, por descubrir nuevos horizontes mentales, la apertura a no quedarse en lo cómodo sino intentar alcanzar configurarnos como la persona que quisiéramos ser… he aquí un noble programa que pasa por el afán de superación del individuo pero que contribuye al enriquecimiento de la sociedad y a una política inmunizada ante los demagogos y los agitadores profesionales.
Expone el crítico literario y catedrático una sucinta autobiografía, que considera «prescindible», pero que no es tal porque ilustra muy adecuadamente lo que es una trayectoria guiada por un ideal, por una constante búsqueda intelectual llena de encuentros personales, amistades, estudios, conversaciones, lecturas, reflexiones compartidas, etc. Una pasión vital y vocacional, en definitiva. Cada uno ha de encontrar la suya.
Ciertamente, la gran mayoría no tiene la facilidad de haber nacido en una familia y un entorno cultural tan rico, ni la oportunidad de formarse o ejercer profesionalmente en lugares tan destacados pero no se trata de fijarse en la anécdota sino quedarse con la categoría: la esencia. Y ésta no es otra que de un modo u otro todos podemos y debemos ejercitarnos en lo más propio de nuestra condición humana y lo que perfecciona nuestra específica naturaleza pensante: el uso de la razón (como ya dijo Aristóteles).
La sociedad que nos toca vivir no invita precisamente a este tipo de actitud mental ante la vida pero no cabe duda de que si nos sustraemos a este aspecto fundamental de la existencia, la cultura —en su sentido más amplio—, se empobrece enormemente tanto la vida personal como la social y política, quedándose expuesta a mil vulnerabilidades (como ya estamos comprobando).
Para redondear el volumen, se añade como complemento un extenso recetario de antídotos contra el oportunismo denunciado en este ensayo. Se trata de un sugerente listado de lecturas recomendadas que ayudan a profundizar en la realidad humana de nuestro país y su complejidad. Son libros escogidos por el autor que han acompañado su evolución personal y por ello, generosamente, los ofrece al lector: por si le sirven también de mapa de ruta para esa fascinante aventura que es la convivencia y la cultura.