Viernes, 7 de febrero, 2025

El Populismo está transformando las Democracias en ‘Emocracias’, en las que la manipulación de las emociones se convierte en la correa de transmisión para políticas autoritarias.

Pablo Gea – La Iniciativa

Los hechos acontecidos en el Capitolio han sido dramáticos. No de otra forma pueden definirse. Ha sido la ruptura de unas tensiones que llevan décadas larvándose y que, ya desde antes del acceso de Trump al Poder, se han exacerbado hasta llevar a la sociedad civil estadounidense casi a un punto de ruptura. La peculiar composición de esta sociedad, su particular forma de entender la política y la torpeza de sus gobernantes no han sido ajenas a todo esto. Sin duda alguna, el 6 de enero de 2021 quedará marcado para la Historia. No nos engañemos: no se ha tratado de un Golpe de Estado. Ya quisieran los asaltantes. Aunque el innegable ataque al sistema parlamentario es grave, no ha tenido en ningún momento la organización ni la planificación necesaria para provocar una transferencia violenta del Poder o, por mejor decir, del mantenimiento en contra del escrutinio electoral del Presidente saliente en la Casa Blanca.

Pero dejando aparte todo esto, el deporte en estos días, lo políticamente correcto, es indignarse. Se trata de una de esas raras ocasiones en las que la corrección política va en la dirección adecuada y genera un patrón de conducta saludable para las instituciones democráticas. No obstante, los análisis simplistas han proliferado como insectos en un cadáver. Y ahora, Trump es comparado con los mayores tiranos contemporáneos de manera poco o nada acertada. Guste o no, se trata de un gobernante que fue elegido democráticamente, que ganó unos comicios de forma limpia y que cuenta con una fuerte cuota de apoyo popular. Lo cual no es impedimento para una condena enérgica de unos hechos que no podrían haberse producido sin él y que tienen en su persona al primer y máximo responsable de todo lo sucedido. Su incitación prácticamente explícita y su más explícito apoyo en las redes sociales una vez que la invasión del Capitolio se había consumado son claros. Y siendo esto así, no cabe más que desear que la sociedad estadounidense escarmiente de una vez y valore las consecuencias de poner su destino en manos de individuos egoístas y caprichosos, capaces de generar una fractura social de consecuencias difíciles de cuantificar con tal de mantener su posición personal.

El virus del populismo

No obstante, sería demasiado corto de miras explicar los sucesos del 6 de enero deteniéndose simplemente en la responsabilidad de un solo hombre. Lo que el mundo ha presenciado y los estadounidenses han vivido en primera persona no es la causa sino un síntoma de un mal. El cual no es otro que las fisuras del sistema parlamentario. Ya es hora de reconocerlo. Y hacerlo no equivale a mostrar preferencia por soluciones autoritarias -como a fin de cuentas quieren los populistas- sino detectar el tumor para extirparlo quirúrgicamente de la manera menos dolorosa posible. Este mal es el Populismo. Tal cual y por sí mismo. No una ideología sino una actitud psicológica que sustituye el análisis frío y racional por las emociones en caliente y que prefiere soluciones simples para problemas complejos en vez de alternativas racionales y respetuosas para con la pluralidad ideológica. Y lo más importante: para con la libertad del individuo a pensar como le dé la gana ya vivir conforme a sus principios sin que nadie le moleste.

Si Trump ha conseguido que una turba marche hacia el Capitolio para impedir la proclamación de un Presidente electo es porque previamente había miles de personas dispuestos a hacerlo. Lo dijera él o no. Que es lo grave. Miles -si no, millones en el inmenso país- que han sido infectados por el virus del populismo y que están dispuestos a imponer su verdad por la fuerza si es necesario. Lo del Capitolio sólo ha servido para escenificarlo. Para dotarlo de una imagen retenida de manera indeleble que las personas puedan comprender. Imagen que incluso así no hará justica a las cuatro personas que han muerto. La auténtica tragedia. Que pone de manifiesto qué pasa cuando las palabras se convierten en hechos. Como si aquí en Europa tuvieran que recordárnoslo.

‘Emocracias’

El Populismo (de Derechas, de Izquierdas, de Arriba o de Abajo, es igual) está transformando las Democracias en Emocracias, en las que la manipulación de las emociones se convierte en la correa de transmisión para políticas autoritarias, discriminatorias y ajenas al Estado de Derecho. Contra las que nadie se atreve a pelear puesto que el fanatismo emocional anula cualquier debate racional en el seno de una sociedad madura. España también lo vive. No por casualidad se encuentra ahora en manos de un Gobierno que, a su manera, es tan populista como Trump. No hay que olvidar que cuando Vox (que se podrá simpatizar con él o no, pero que es un partido legal con representación parlamentaria) metió sus diputados legítimamente elegidos en el Parlamento de Andalucía, desde los líderes de Unidos Podemos se lanzó una ‘alerta anti-fascista’ que se tradujo en numerosos ataques violentos contra militantes y simpatizantes del partido verde en toda la geografía de España, en un hecho insólito como no se veía desde los años 30. Y a nadie se le ocurrió calificarlo como ‘ataque a la Democracia’. Como no menos cierto es que sus llamadas a ‘rodear’ y ‘asaltar’ el Congreso de los Diputados cuando los resultados electorales no salen como ellos quieren no difiere mucho de la actitud de los seguidores de Trump. Sin ir más lejos, desde el PSOE se fletaron autobuses para que los suyos acudieran al Parlamento de Andalucía a coaccionar a quienes con todo derecho habían ganado las elecciones porque, simple y llanamente, no se resignaban a perder un poder que habían detentado durante más de cuarenta años. Como siguen si hacerlo a día de hoy.

En definitiva, vacunémonos. Pero no sólo contra el Coronavirus sino contra el Populismo y el extremismo, que carcome las instituciones parlamentarias hasta hacerlas inoperantes y luego las asalta si no se someten a su voluntad. Porque si no lo hacemos, puede que seamos nosotros, los españoles, los que algún día no muy lejano protagonicemos actos tan bochornosos como los que hemos visto en los Estados Unidos de América.

Autor

2 pensamientos sobre “EL POPULISMO MATA

  1. «Y ahora, Trump es comparado con los mayores tiranos contemporáneos de manera poco o nada acertada. Guste o no, se trata de un gobernante que fue elegido democráticamente, que ganó unos comicios de forma limpia y que cuenta con una fuerte cuota de apoyo popular. «
    Adolf Hitler, líder del partido más votado en las elecciones de 1932, el Partido Nazi. Luego, en las siguientes elecciones, no consiguió los resultados que pretendía, se cabreó y ya sabemos lo que vino después.
    Pues yo sí veo similitudes….

    1. Hitler se ha convertido en el fetiche comparativo para cualquier actitud autoritaria. Algo así como la unidad de medida del autoritarismo o de la dictadura. No obstante, por muy despreciable que nos puedan parecer las acciones o las actitudes de Trump, existen ostensibles diferencias. En las elecciones de noviembre de 1932 los nazis perdieron votos con respecto a las de julio del mismo año, pero siguieron siendo la primera fuerza. Lo que sucedía es que el Presidente de la República, Paul von Hindenburg no quería nombrar a Hitler Canciller. No obstante, se vio obligado a ello ante la situación de bloqueo parlamentario. Es decir, cuando Hitler accede al Poder lo hace como líder de la primera fuerza en votos. Una vez con el Poder en sus manos desmantela la república con las consecuencias que todos conocemos.

      Trump ganó las elecciones de 2016 pero ha perdido las de 2019, esto es, se encuentra en una situación diferente a la Hitler: él si ganó (varias veces además) unos comicios democráticos. Trump no. Y ante la no aceptación de la derrota ha arengado a sus masas para impedir que el legítimo vencedor, Biden, pueda ser convalidado como Presidente por el Parlamento. En cualquier caso, si la actitud de Trump puede ser comparable con la de algún tirano del siglo XX, lo es en todo caso la de Lenin que, tras las elecciones de noviembre de 1917 a la Asamblea Constituyente de Rusia, en las que el Partido Bolchevique quedó por detrás del Partido Social-Revolucionario, procediendo dicha Asamblea a eliminar los decretos comunistas, mandó a su Guardia Roja a que invadieran el Parlamento y lo disolvieran a punta de pistola. Después de lo cual el Parlamento se cerró, custodiado por miliciano bolcheviques, y no se celebraron más elecciones, ni constituyentes ni de ningún otro tipo.

      Aun así, tampoco creo que Trump pueda ser acertadamente comparado con Lenin, ni con Stalin, ni con Mao… Por muy tentador que ello pudiera ser. Una vez que Hitler y Lenin tomaron el poder el resultado fue la instauración de una dictadura totalitaria que causó millones de muertos. No ha sido ese el saldo del Gobierno de Trump. Su actitud ha sido grave y merece ser castigada legalmente. Pero hacer comparaciones facilonas sin salvar las distancias históricas creo que contribuye a distorsionar la verdadera naturaleza de las acciones del estadounidense.

      Un saludo y gracias por comentar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Partido político DESPERTAR SOCIAL.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a Hostalia que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.