Fangoterapia: Tratamientos estéticos con barro
Hasta de las desgracias más lacerantes se pueden sacar enseñanzas; y la ocurrida en Levante por causa de la maldita Dana, no puede dejarnos indiferentes ante los desmanes ocurridos, antes, durante y después de la catástrofe, especialmente, en la política.
Por hacer una equivalencia, ante la indolencia y la absoluta falta de responsabilidad mostrada por los decisores políticos, hora es ya de aportar fórmulas que no solo adecenten la política, sino que la conviertan en lo que debería ser, un servicio leal a la ciudadanía. El barro que hoy se ha generado deberá convertirse, metafóricamente, en un tratamiento de choque contra una actual política totalmente clientelar que vaya más allá de la mera cosmética.
En ese justo paralelismo, tratamos de aportar acciones de mejora, e incluso de transformación profunda, que consideramos obligadas en consonancia con lo que NUNCA debió ocurrir previamente, durante la tragedia y con posterioridad a la irrupción de la enorme tormenta climatológica que devino en una borrasca política que no debiera quedarse en una mera estadística, eso sí, enormemente dolorosa y con unas consecuencias todavía difícilmente calculables.
De este modo, ANTES de la tragedia, antes de pretender embarcase en la política ‘profesional’ a través de un cargo, todo/a aspirante a representante público de los intereses generales cuando acceda a un puesto de responsabilidad, deberá contar con un mínimo de conocimientos demostrables, además de participar en un curso de formación, en el que, como básicos, deberá dar fe del conocimiento de la Constitución, así como de las herramientas fundamentales para la gestión de lo público. Si esa representación se va a desempeñar en un parlamento, ante otros compañeros de actividad, siendo estos de los diferentes partidos que compongan la correspondiente cámara, deberá formarse en temas de hablar en público, contado también para ello con un adiestramiento en cortesía parlamentaria.
«DURANTE su desempeño político deberá contar con un controller como hacen los comités de riesgos de las entidades financieras»
DURANTE su desempeño político, sobre todo si cuenta con presupuesto a su cargo, para cada decisión que implique un gasto determinado, deberá contar con la petición y supervisión previas por parte de un auditor designado al efecto, quien cumplirá la función de controller. Dichas figuras existen en las distintas administraciones, pero suelen cumplir dicha función con posterioridad, siendo necesario contar antes con su visto bueno, al modo como hacen los comités de riesgos de las entidades financieras (lo cual, no invalida la decisión, siendo únicamente consultivo). Además de ello, cada partido político deberá apoyarse internamente en un Comité de Supervisión facilitado a sus responsables con cargos de decisión, al cual deberán acudir todos dichos responsables, en primer lugar, obligatoriamente al jurar el cargo, y, con posterioridad, voluntariamente en casos concretos sobre temas con trascendencia que impliquen responsabilidades de gran entidad. Dicho Comité de Supervisión se convertirá en el órgano de contraste para saber las implicaciones que supongan determinado tipo de decisiones. A este Comité deberán detallar cualquier tema que implique problemas no sólo para el partido que representen, sino también para la figura pública del político.
«DESPUÉS de la salida de los cargos se someterán obligatoriamente a una auditoría de su desempeño»
DESPUÉS de la salida de los cargos con implicaciones económicas de importancia futura, durante un período posterior de tres años se someterán obligatoriamente a una auditoría de su desempeño mediante un organismo externo independiente diseñado para dicha función de control ‘a posteriori’. Dicho organismo dependerá del organismo general de control de las cuentas del que se disponga en cada lugar concreto de la administración pública.
Estas medidas ‘higiénicas’ pretenden que el político de turno no se considere dueño de su puesto, ni debido al modo como haya accedido al mismo («es que, a mí, me designaron»), ni arropado por el partido de turno que lo haya nombrado (en especial, debido a lo que ocurre con los cargos ‘guardados para militantes’, tal es el caso más concreto de los asesores).
«La responsabilidad en la rendición de cuentas por parte de los políticos deberá ser, así, individual»
La responsabilidad en la rendición de cuentas por parte de los políticos deberá ser, así, individual, tratando de que la actividad política deje de ser aquello que, hasta ahora, está siendo: una trama de favores, que empieza con la militancia, y una acumulación de derechos generados por la mera cuestión de haber accedido a un cargo o a una posición por expresar públicamente una ideología, bien propia o bien en contraposición a otra. Eliminar el clientelismo en el seno de la misma política se convierte, de este modo, en el primer paso para poder extirparlo de la vida pública.