UCRANIA: COMIENZA LA OFENSIVA EN EL ESTE

El soldado ruso no está muy motivado, el ucraniano sí. Pero, con todo y con eso, Putin sigue conservado la iniciativa estratégica, y a Zelenski sólo le queda jugar en un escenario decidido por otros.
Pablo Gea
Tras el punto de inflexión que analizábamos hace unos días en el artículo «la Batalla de Kiev«, los rusos se han retirado de todas las posiciones obtenidas en las semanas anteriores alrededor de la capital con el objetivo de trasladar el centro gravitatorio de la guerra al Este de Ucrania, a la región del Dombás. La ofensiva que se plantea aquí para Putin es muy diferente a la de Kiev: si en esta última estábamos ante una Guerra Relámpago cuyo objetivo no era otro que decapitar al gobierno de Zelenski y colocar a otro en su lugar, en el nuevo teatro bélico principal asistimos a una estrategia más lenta y metódica, en la que la artillería, la potencia de fuego y, en definitiva, el hierro serán determinantes.

No debe olvidarse que los éxitos militares ucranianos han sido hasta ahora puramente defensivos, y si los rusos han abandonado numerosas zonas que previamente habían ocupado se debe más a una estrategia más o menos racional que al efecto de una ofensiva a gran escala. No en vano, el Ejército ruso ha podido retirarse en orden.
Una vez concluido el repliegue, se ha endurecido el asedio a Mariupol y los ataques se han concentrado en la ciudad de Dnipró, clave para aislar el Este de Ucrania del resto del país. Sin duda, las fuerzas ucranianas se plantean una resistencia a ultranza, por lo que cabe esperar que este teatro bélico tampoco sea un paseo militar para los rusos. Los cálculos más certeros advierten de un escenario con grave riesgo de estancamiento, en el que si Moscú logra imponerse sea a costa de una victoria pírrica, esto es, a un coste de tal envergadura para las fuerzas rusas que realmente no compense el objetivo a conseguir. Ya que un desgaste importante de los rusos para asegurar el Dombás reducirá considerablemente sus capacidades para organizar un redespliegue de sus fuerzas para lanzarse de nuevo sobre Kiev u otras zonas en el Sur, como por ejemplo Odesa.

En cualquier caso, si Rusia quiere asegurar Donetsk y Lugansk debe cerrar el saliente del frente que discurre entre las ciudades de Izyum y Zaporiyia. Una ofensiva, además, que no sólo debe preocuparse por asestar un golpe estratégico y táctico importante al enemigo, sino por el control del territorio, lo que no será fácil. Del resultado de las operaciones en este nuevo/antiguo escenario dependerá el desenlace real del conflicto entre Rusia y Ucrania, pues un fracaso o una victoria a duras penas obtenida no abrirá las puertas a que Rusia pueda imponer unos términos duros ante una eventual negociación. Es decir, dentro del marco en que las negociaciones puedan producirse, sabiendo en Kiev como saben que las probabilidades de que recuperen alguna vez tanto en Dombás como Crimea son remotas.
Y si bien las fuerzas rusas han demostrado numerosas carencias, no estamos hablando de un Ejército completamente incompetente, que ya haya desperdiciado todo su potencial. Es cierto que las fuerzas que se han estrellado en Kiev constituían la élite de lo que el Kremlin podía ofrecer, no lo es menos que la potencia de fuego que puede desplegar sobre los ucranianos es enorme. El soldado ruso no está muy motivado, el ucraniano sí. Pero, con todo y con eso, Putin sigue conservado la iniciativa estratégica, y a Zelenski sólo le queda jugar en un escenario decidido por otros.

Ucrania, por el momento, no puede ni debe alterar su propia estrategia: resistir a ultranza. La tecnología, el equipo y la financiación que Occidente le está prestando puede llegar a alargar el conflicto durante años. El juego de equivalencias se invierte aquí pues, aunque el tamaño de los ejércitos y el poder demográfico y de recursos comparado entre Ucrania y Rusia es abismal, la misma distancia media entre la capacidad económica y tecnológica de la última y los países de la OTAN. Comparación que apenas si se alteraría de considerar sólo a los Estados Unidos. Por lo tanto, Kiev sabe que puede mantener en jaque a Moscú sin tener que efectuar ofensivas de largo alcance, al contar con un apoyo logístico que es más grande que el que Moscú puede proporcionarse a sí mismo.
Con todo, la guerra entra en una nueva y decisiva fase, que determinará los cálculos que se hagan en el Kremlin y las posiciones que Europa, Estados Unidos y sus aliados marquen en el campo de la diplomacia durante décadas. Y eso es especialmente significado, por cuanto Rusia no libra esta guerra por la economía o por los recursos, sino por lo que de verdad tiene importancia para ella, la identidad nacional y la seguridad colectiva.