GOLPE DE ESTADO EN BIRMANIA: TRES PREGUNTAS FUNDAMENTALES
El 1 de febrero de 2021 pasará a la Historia en la República de la Unión de Myanmar (que es el nombre oficial de Birmania) como el día en el que su frágil transición democrática quedó dramáticamente interrumpida. Las Fuerzas Armadas, que han ejercido una dilatada dictadura militar desde el año 1988 hasta 2011, salieron de sus cuarteles para arrebatar el Poder al Gobierno dirigido de facto por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. La Comunidad Internacional, a excepción de China y en menor medida de Rusia, cierra filas en la condena al Golpe Militar que hoy analizamos, tratando de responder a tres preguntas absolutamente necesarias para entender qué está pasando en el país asiático.
¿Es Birmania una democracia?
La Historia de este país ha sido convulsa desde que se separara de la India dominada por los británicos en 1937, manteniéndose desde entonces tutelado por el Reino Unido y siendo invadido por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Al cabo de la cual obtuvo su independencia real en el año 1948, momento en el que estalló una guerra civil entre el naciente estado birmano y los diferentes grupos étnicos que pugnaban por la ‘autodeterminación.’ Un conflicto que aún a día de hoy no se ha liquidado del todo y que complicó la labor del líder independentista U Un, quien gobernó hasta 1958, momento en el que retiró del Ejecutivo para ganar las elecciones de febrero de 1960. Su aparente tolerancia para con los movimientos secesionistas, en un país con 135 grupos étnicos diferentes, junto a el propósito indisimulado de imponer el Budismo como religión oficial fue demasiado para los militares (dominados por los comunistas), que optaron por derrocar al Presidente en 1962 para imponer un Estado Totalitario de partido único dirigido por Ne Win, inaugurándose a partir de entonces la vía birmana hacia el socialismo bajo la dictadura del líder del Partido del Programa Socialista de Birmania.
Este régimen, caracterizado por los asesinatos, torturas y demás violaciones inherentes a las repúblicas socialistas que existían durante el período de la Guerra Fría, despareció en 1988 tras el denominado Levantamiento 8888. Los disturbios callejeros amenazaron la estabilidad del país, motivando que las Fuerzas Armadas capitanearan un Golpe de Estado ese mismo año para imponer una férrea dictadura militar que se mantuvo en el Poder oficialmente hasta 2011, cuando cristalizó una muy precaria transición hacia la democracia que hasta el momento se mantiene inconclusa y -en el presente- interrumpida por el nuevo golpe. Tanto es así que la Constitución del año 2008 actualmente vigente fue redactada por los propios militares, diseñando una suerte de ‘democracia dirigida’ en el que se reservaban el 25% de los escaños en el Parlamento, así como los ministerios de Interior, Defensa y Asuntos Fronterizos, independientemente del partido que ganara las elecciones. A pesar de ello, las elecciones de 2015 entronizaron a la ahora derrocada Aung San Suu Kyi y a su partido, la Liga Nacional para la Democracia.
No obstante, los militares se mantuvieron en sus ministerios y operaron con la connivencia de la líder y su formación política, los cuales replicaron en gran parte las prácticas autoritarias de sus predecesores recurriendo a la censura y al apoyo a la limpieza étnica implementada por las Fuerzas Armadas contra los musulmanes rohingyas en agosto de 2017, la cual fue incluso defendida por la propia Aung San Suu Kyi en La Haya en diciembre de 2019. La veterana líder opositora, represaliada durante años por a quienes apoyó, defraudó notablemente las expectativas depositadas en ella en parte porque el sistema político previsto en la Constitución dista mucho de ser una democracia como tal y ni mucho menos un Estado de Derecho. Al reservarse el estamento militar una cuota de poder perenne, se asegura de mediatizar todas las decisiones del Gobierno y le maniata para ser verdaderamente autónomo. Por estas razones cabe calificar a Birmania como un ‘sistema híbrido’, a medio camino entre la democracia parlamentaria y la dictadura militar.
¿Por qué se ha dado un Golpe de Estado?
Ya desde 2015 quedó claro que la convivencia entre los militares y los gobernantes electos iba a ser difícil. Los recientes sucesos han terminado por demostrar que es imposible. Ello principalmente porque los propósitos claros de las autoridades civiles de reformar la Constitución actualmente vigente para arrebatar a los militares sus últimas reservas de poder y acabar, de esta manera, con el sistema de ‘democracia tutelada’ o de dictadura soft que hasta hace unos días imperaba en Birmania, constituían una amenaza que las Fuerzas Armadas no iban a dejar pasar. Hasta el año 2018, el diálogo entre La Dama y Min Aung Hlaing, general del Ejército y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Birmania, se mantuvo a duras penas. Pero desde las elecciones del 8 de noviembre de 2020, en las que la Liga Nacional para la Democracia se hizo con el 83% de los escaños (476 para ser exactos), esta especie de ‘diálogo’ -muy disminuido desde 2018- llegó definitivamente a su fin.
El partido impulsado por los militares, el Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión, tan sólo ha cosechado unos tristes 33 escaños. Lo que ha hecho entender a los ahora golpistas que difícilmente podrían aspirar a mantener el poder por vías parlamentarias ante su palmaria impopularidad entre el pueblo birmano. Al fin y al cabo, los militares aceptaron la vía de la transición democrática con la idea de mantener el poder real en la sombra y convertir al Gobierno Civil en una fachada diplomática de cara al exterior que les eliminara de la lista de Estados Paria y que, a la vez, mitigara el descontento potencialmente detonador del conflicto latente que se vive en el interior. En consecuencia, se han negado aceptar unos resultados electores que la misma Comisión Electoral Nacional ha considerado como limpios y justos. Los perdedores, en cambio, han lanzado virulentas acusaciones de irregularidades y de fraude electoral, las cuales se han materializado en una denuncia presentada ante la Corte Suprema contra el Gobierno y la Comisión Electoral.
Así y todo, desde la Fuerzas Armadas se insinuó durante todo este tiempo la posibilidad de efectuar una intervención si las irregularidades que denunciaban no eran atajadas. No obstante, poco antes del Golpe y en un comunicado oficial, dejaron claro que acatarían la Constitución y que no podrían en peligro el proceso de transición. Lo cual, a luz de los hechos consumados, debe entenderse desde la peculiar óptica con que conciben los militares birmanos la legitimidad constitucional y el sistema democrático en Birmania. No en vano, fueron ellos los que impusieron la actual denominación del país, Myanmar, tras hacerse con las riendas del Gobierno en 1988. Así pues, y a salvo de nuevos datos que salgan a la luz en el futuro, parece bastante acertado concluir que las razones detrás del Golpe no son otras que mantener un sistema ‘dictadura en la sombra’ en la que el Parlamento, el Gobierno y los Tribunales sean meramente decorativos. Unas elecciones que se han saldado con una victoria tan aplastante de las fuerzas democráticas han despertado las suspicacias de las Fuerzas Armadas, que saben que con una mayoría tan potente Aung San Suu Kyi no iba a dudar en modificar la Constitución para democratizar completamente el país y completar así una transición que se ha dilatado nada menos que una década.
¿Quién detenta el Poder ahora en Birmania?
Tras la toma del Poder efectivo por las Fuerzas Armadas, los miembros del Gobierno, los principales dirigentes políticos y algunos parlamentarios especialmente significados han sido detenidos o puestos bajo arresto domiciliario, si bien en los últimos días algunos de ellos han sido finalmente liberados. En la práctica, se ha instalado en el Gobierno una Junta Militar encabezada por Min Aung Hlaing, en calidad de Comandante en Jefe de las mismas. Ello puesto que se ha decretado el Estado de Emergencia durante un año, lo que elimina virtualmente la efectividad del Poder Civil en favor del Poder Militar. Las nuevas autoridades se han amparado en el artículo 417 de la Constitución, que autoriza a las Fuerzas Armadas a intervenir políticamente en caso de riesgo para la unidad del país, señalando que su propósito no es otro que el de investigar el fraude que -sostienen- se ha producido en las últimas elecciones, para celebrar otras dentro de un año ‘limpias y justas’ y entregar el Poder el legítimo ganador. Lo cual, teniendo en cuenta su actuación precedente, ha levantado no infundadas sospechas entre la población birmana y los analistas sobre una intención real de mantenerse en el Gobierno de manera perpetua o, en todo caso, de no permitir uno comicios libres, tales y como son entendidos en los países auténticamente democráticos.
Los líderes derrocados han llamado a la resistencia civil y, si bien estos días presentan un panorama relativamente en calma, no es descartable una movilización política de mayo o menor envergadura contra lo que en estos momentos vuelve a ser una dictadura militar. No es la primera ni la última vez que el Ejército de un país se alza en armas e impone su voluntad al conjunto de la población afirmando querer mantenerse en el Poder durante ‘un breve espacio de tiempo’ para, en realidad, someter su pueblo a una tiranía durante décadas. Por lo pronto, la Junta Militar ha bloqueado Facebook en el país y trata de silenciar las críticas al Golpe. Hasta tal punto que no ha tardado en colocar sobre las espaldas de Aung San Suu Kyi la imputación de un delito relativo a la violación de las leyes de importación que implica tres años de cárcel. Buscando con ello desactivar una futura candidatura electoral suya, puesto que la legislación vigente impide ser miembro del Parlamento a quienes ostenten condenas penales.
Pese a todo esto, en las redes ya se ha organizado una plataforma, Movimiento para la Desobediencia Civil, que acumula más de 200.000 seguidores y creciendo. A lo que se añade una cacerolada de protesta en la ciudad de Yangón, pequeñas manifestaciones y un paro hospitalario que se ha extendido por todo el país. De lo que no cabe duda en estos momentos es de que, hoy por hoy, Birmania ha vuelto a ser una dictadura militar dirigida por el general Min Aung Hlaing, que en 2019 fue sancionado por los Estados Unidos de América por su papel protagonista en la limpieza étnica dirigida contra los rohingyas, operación que mismo general describió con un siniestro eco del pasado como ‘solución para el problema final’.