LA ARROGANCIA DE UN MINISTRO

Si te quejas del estado de la red ferroviaria española, eres franquista.
Pablo Gea
Óscar Puente no decepciona. La comparecencia, en su línea. Forzado por las circunstancias a cesar a Jesús Manuel Gómez, subsecretario del ministerio, así como a Michaux Miranda, director de personal de Adif; lo ha hecho sólo porque debían comparecer próximamente, como desde la bancada de la oposición le han hecho saber en el Senado. Su implicación en el ‘caso Koldo’ iba a poner al ministro en grandes aprietos, habiéndose resistido hasta ahora a hacerlo, en circunstancias extremas.

Nadie, en cualquier caso, debe entender esto como un ejercicio de responsabilidad. Hay corrupción en el ministerio y las cosas no marchan como deben. Esto era así ya antes de la toma de posesión de la cartera por Puente. El ‘caso Koldo’, hay que recordarlo, salpica principalmente al que fuera mano derecha de Pedro Sánchez, José Luís Ábalos, quien ya fuera en su momento también Ministro de Transportes. Algo se cuece dentro del ministerio y su máximo responsable trata de tapar desesperadamente las vías de agua.
Algo mucho más indignante si cabe, al valorar el lamentable estado de algunos servicios, tanto de tren como de autocar. Los frecuentes retrasos, cuando no averías que dejan a decenas de personas tiradas en el campo, contrastan ampliamente con la opulencia del ministro y con que haya responsables dentro del ministerio que meten la mano y se llenan los bolsillos. En Extremadura y en Andalucía saben muy bien de esto. Sólo hay que dejar que los usuarios se expresen libremente y les digan a las autoridades qué opinan sobre tan excelso servicio. Lo que no le impide a Puente sacar pecho con su habitual dominio de la retórica y del bello juego semántico.

Como no podía ser de otra forma viniendo de él y de su gente, atribuyó las quejas a las intenciones políticas de turno y evocó mejores tiempos pasados cínicamente, asimilando dichas críticas cínicamente a aquello de que ‘con Franco se vivía mejor’. Falsa una cosa y la otra. Porque ni bajo la dictadura la calidad de vida era superior que con la democracia ni los perjudicados que piden responsabilidades son franquistas. Alardear de gestión a la vez que se insulta a los críticos lo que muestra no es la falsedad de las acusaciones, sino lo contrario. Pues sólo alguien acorralado puede prestarse a un espectáculo tan burdo como sórdido. Y, por desgracia, tan habitual en nuestro país.