¿NO ES PAÍS PARA VIEJOS?

Una verdad incómoda: las pensiones en España no con sostenibles, como no lo es un sistema generalizado de sostenimiento en masa de clases pasivas a costa de una cada vez más pequeña población trabajadora.
Pablo Gea
La fábula de los hermanos Coen esconde paradigmas que son aplicables a la realidad social de la España de hoy. Y no es que vayamos a caer en el topicazo de comparar a Pedro Sánchez con el psicópata encarnado por Javier Bardem, Anton Chigurh. Sánchez es mucho más peligroso que este asesino, aunque comparte con él la importante característica de perseguir implacablemente sus fines, sin remordimiento, sin compasión y sin reparar en el daño que hace a otros.
Y digo esto por la polémica -enésima- suscitada por la revalorización de las pensiones. Pues en este país, queramos aceptarlo o no, tenemos un grave problema con su financiación que, o se ponen los medios para solucionarlo ya, o tanto los jubilados como los que ahora están insertos en el mercado laboral se las van a ver y se las van a desear para sobrevivir a la bomba que va a estallar dentro de unos años. Una verdad incómoda: las pensiones en España no con sostenibles, como no lo es un sistema generalizado de sostenimiento en masa de clases pasivas a costa de una cada vez más pequeña población trabajadora.
Lo que ahora ocurre es que los jóvenes (y no tan jóvenes) tienen que sufrir una carga laboral y fiscal enorme para poder sostener un sistema que los políticos no quieren reformar por no poder votos. Es así de simple. Y la culpa no es ni de los jóvenes ni de los ancianos. Es de los políticos. Porque el joven no tiene culpa de que vaya a vivir peor que sus padres, posiblemente no pueda llegar a tener jamás un piso en propiedad y su destino sea trabajar más horas en peores condiciones y no tener jubilación, a menos que se haga un plan de pensiones privado. Y el anciano tampoco tiene culpa de que un sistema de cotización campamental y nada previsor le haya dejado tirado a mitad de partido después de pasarse años y años doblando el lomo para que sus hijos pudieran comer.

Pero esto a las autoridades les da exactamente igual. Lo que han hecho ahora es lo que llevan haciendo toda la vida, esto es, echar balones fuera, huir hacia adelante y que sea el que venga mañana el que se coma el marrón. Pero llegará un momento en el que la cosa pete y haya que buscar a los responsables del desaguisado. El sistema de cotización debe variar y la fórmula de financiación también, pues es la única manera de que nuestros jóvenes no se vayan y encuentren un mínimo incentivo para ser productivo. De lo contrario, ¿puede pedírseles a los trabajadores que se maten y a los emprendedores que inviertan si todo ese dinero se lo va a llevar el Estado? Y lo que es peor, ¿estamos seguros de que ese dinero va a ir para las políticas públicas que de verdad demanda la ciudadanía, o para financiar chiringuitos y colocar amiguetes? El funcionamiento de la Administración Pública habla por sí mismo.
Por decir lo que yo estoy diciendo, el Gobierno y sus esbirros mediáticos dirán que uno es de “ultraderecha”. Porque todo lo que sea criticar a los que gobiernan es ser “ultra” de algo. Pero esto es un problema serio que no se resuelve con soflamas políticas para adornar un mitin. Nuestros políticos deben ir espabilando y tomando medidas. Y nosotros también, haciendo cuentas muy ajustadas para lo que se viene.