¿Puigdemont a prisión?
La realidad es que, mientras Pedro Sánchez permanezca en el poder, los independentistas ganarán la batalla del relato y, con ella, la de la legitimidad en Europa.
Pablo Gea
Ha dicho el prófugo que España no pierde nunca oportunidades de hacer el ridículo. Puede que tenga razón, pero no por las razones que un delincuente huido de la Justicia pueda esgrimir. No es una cuestión aquí del cumplimiento de la legalidad por parte de los tribunales, sino de la capacidad del Estado Español para hacerse de respetar en el exterior y -quede claro- la disponibilidad del Gobierno actual para hacer cumplir la ley cuando, a la vez, sigue siendo rehén de quienes quieren incumplirla. La importancia del asunto no es tanto legal como política. Es decir, si se va a montar una mesa de negociación con unos delincuentes que han sido indultados pese a la gravedad de los delitos cometidos, quiere decir que el delincuente mayor de todos no puede esperar que el Gobierno de España vaya a ser muy vehemente en su persecución.
Se ha normalizado tanto la perversión de la Justicia por los gobiernos de uno u otro signo (aunque este se lleva la palma) que este episodio a muchas personas les trae si cuidado. Bien cierto es que la aceptación de las injusticias las carga el diablo. Tiempo al tiempo. Ya hablaremos el día de las elecciones. En cualquier caso, la agenda gubernamental prosigue imperturbable hacia la solución equivocada de un conflicto que han generado precisamente quienes ahora quieren lanzar balones fuera y echar la culpa al de en frente. Tanto el PP como el PSOE hicieron todo lo que pudieron por soltarle la correa a los nacionalistas catalanes durante décadas, permitiéndoles fagocitar a la población y adoctrinar en las escuelas, a cambio del apoyo parlamentario para formar gobierno ante mayorías relativas. Ahora toca pagar los plantos rotos, pero nadie quiere hacerse cargo de la factura.
No es una sorpresa, por cuanto hablamos de partidos que han camuflado su cobardía y falta de nervio para actuar de una falsa altura de miras y de sentido de estado. El sistema se diseñó mal y la ley electoral aún peor. Ley electoral que ninguno de dichos partidos ha cambiado ni cuando ha podido hacerlo. Esta estructura carcomida, responsable de los graves dilemas sociales a los que se enfrenta España, fue creada para dar privilegios a los partidos nacionalistas, y lo único que ha conseguido es alimentar a un monstruo que ahora se ha hecho grande y no hay quien pueda parar. Por eso la actitud de los presos independentistas ha estado teñida de una arrogancia atroz, y por eso Puigdemont puede permitirse lindezas como las que hemos visto. Sabe que puede, porque no hay voluntad política de echarle el guante. Cuestión diferente es cómo se desarrollen los acontecimientos a nivel jurídico. Cabe preguntarse entonces si, cuando se abra un conflicto entre la palabra de los jueces y la voluntad del Gobierno de Pedro Sánchez, prevalecerá la voluntad de los primeros o del segundo. Los indultos sientan un precedente tenebroso, y sólo un ciego puede llevarse a engaño sobre lo que sucederá en tal caso.
La realidad es que, mientras Pedro Sánchez permanezca en el poder, los independentistas ganarán la batalla del relato y, con ella, la de la legitimidad en Europa. Una legitimidad farisea y venenosa, que se permite el lujo de afirmar que España no es un Estado de Derecho la vez que practican el arte de hacer saltar por los aires las leyes y de limitar constantemente las libertades de los catalanes no independentistas que, además, tienen que sufrir doblemente sabiendo que su gobierno les ha abandonado y que no son más que peones desechables en un juego mucho más grande.
Autor
Buen y acertado análisis .
Es llamativo lo de la ley electoral que ni PP ni. PSOE han cambiado cuando han tenido mayorías absolutas.
De ahí que al final quien manda en España son los partidos separatistas de Euskadi y Calaluña.