EL FASCISMO Y LOS PROPIETARIOS DE LA VERDAD

La cuestión principal es, ¿cuál es el concepto de fascismo que manejan las izquierdas?
Víctor Pérez Velasco
Durante la Transición milité en la izquierda y con anterioridad pertenecí a la subversión antifranquista como un simple militante de base. Nada heroico ni espectacular que añadir, más allá de varios zurriagazos de la Policía Armada en una manifestación y cinco puntos de sutura en la cabeza por pegar carteles de un partido de izquierdas en la estación del Metro de Estrecho, en Madrid.
Desde principios de los 70 hasta comienzos de los 80 milité en la izquierda, y cuando la abandoné, ya se vivía lo que ahora estamos reviviendo, la pretendida superioridad moral, intelectual y doctrinal de la izquierda. Entonces ya era de uso público decir que, los «certificados bautismales» de autenticidad democrática se expedían en las «parroquias» de izquierdas y por extensión, la de franquistas o fascistas. Por cierto, CCOO y UGT, colaboraban eficazmente en esta tarea de clasificación democrática como afines policías del pensamiento.
«En la Transición, las izquierdas definían quién era fascista y quién era demócrata. Ahora pasa lo mismo»

Pero además de necesitar ser de izquierdas, puntuabas más alto en la escala de demócrata, de acuerdo con este ranking aproximado y resumido que he reconstruido desde mis recuerdos:
- PCE, PSUC, PSOE, PSP, ERC y derivados: máxima puntuación democrática.
- PTE, ORT, (maoístas) y LCR (trotskistas): democráticas de menor rango
- Organizaciones libertarias: CNT, FAI, Partido Sindicalista: simplemente democráticas, pese a que formaron parte del Frente Popular, pero no eran marxistas.
- PNV y otras formaciones nacionalistas periféricas: aceptablemente democráticas
- Las formaciones emergentes de derechas, conservadoras o liberales, estaban en esos días en fase de evaluación y pendientes de calificar democráticamente.
- Fueron automáticamente consideradas fascistas y antidemócratas, falangistas y aquellas organizaciones de tinte franquista.
Con este panorama asistíamos a una presión y control social donde los comunistas, socialistas y en general las izquierdas, eran considerados los auténticos demócratas. El resto, partidos burgueses de nueva hechura, serían o dudosamente democráticos o, lo que sería peor, franquistas, fachas o fascistas.
Las izquierdas definían quién era fascista y quién era demócrata. En otras palabras, se atribuían la potestad de ser «propietarios de la verdad» en este tema. ¿Y en el caso de los que dejamos de ser de izquierdas que pasó? Que pasamos de ser ciudadanos demócratas a basura revisionista y fascista, etiqueta que aún poseo entre mis ex compañeros de partido.
Después de más de cuarenta años soportando esta presión, creo que nos hemos adaptado a tener que estar constantemente defendiendo que ser liberal, conservador o derechas, no es ser fascista, lo que nos ha permitido poder diferenciar la doctrina guerracivilista de la izquierda y la realidad de las filosofías políticas.
Pero el posicionamiento de las izquierdas, ahora autodefinidas como progresistas, sobre la cuestión del fascismo, se mantiene prácticamente en la misma tesitura que en los inicios de la Transición: una estereotipia interesada para captar adeptos y estigmatizar a sus adversarios políticos democráticos.
«Los valores fascistas no se pueden identificar con los de la derecha parlamentaria, liberal y conservadora»

Forzado por la curiosidad y la autodefensa doctrinal, traté de responder qué era realmente el fascismo, a fin de desenmascarar la versión trucada de la progresía y publiqué un trabajo titulado: Valores políticos y conflicto en España (2023) donde identifiqué los valores políticos del panorama español. Fruto de ese estudió identifiqué once valores mínimos para tratar de definir con una máxima objetividad qué era el fascismo, a partir del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano, que a continuación se muestra.
Cuadro de once valores mínimos Fascistas
(Pérez Velasco, 2023: 169)
1 | Superioridad racial |
2 | Colectivismo |
3 | Nacionalismo |
4 | Pensamiento hegemónico |
5 | Propiedad y planificación estatal |
6 | Culto al líder |
7 | Intervención del mercado |
8 | Anticlerical |
9 | Revolución |
10 | Republicanismo |
11 | Destrucción de la tradición |
He aquí los valores del fascismo descritos de forma no propagandística, despectiva, ni doctrinal. De ellos se pueden derivar propuestas, contravalores y políticas que desciendan al detalle de lo concreto. Ahora bien, ¿alguien en su sano juicio identifica estos valores como propios de la derecha parlamentaria española actual para calificarla de fascismo? Obviamente no.
Efectivamente, pueden existir neonazis y fascistas de verdad en España, pero son grupos muy minoritarios. Se trataría de grupos residuales, sin implantación social, de una legalidad enmascarada, y sin una estructura adecuada de militantes o seguidores para tener una visibilidad social destacada. También los residuos históricos y marginales de los falangistas podrían asimilarse, en parte, a estos valores. Pero las izquierdas magnifican su existencia.
La cuestión principal es, ¿cuál es el concepto de fascismo que manejan las izquierdas? Con certeza que no usan el listado anterior de once valores mínimos, me malicio que no les gustará, discreparán e incluso les parecerá tendencioso.

La fabulación progresista actual sobre el término «fascista» es predecible que sea más simple, histérica y propagandística, para definir a sus adversarios de derechas. Además, las izquierdas necesitan ver fascistas por doquier para justificar su existencia, y si no, se los inventan. Intentando sumergirme en su fabulación, para el progresista el «fascismo español» y ser «fascista» podría definirse así:
- casi toda idea o valor que sea de derechas
- que implique nacionalismo español (pero se excluye el vasco, catalán o gallego)
- que defienda el capitalismo (liberalismo económico)
- que defienda a la nación española y sus tradiciones
- que proponga regular la emigración
- que exija competitividad, esfuerzo e iniciativa individual
- que priorice lo privado frente a lo público
- que supuestamente defienda la masculinidad
- que rechace el feminismo radical.
- que discrepe del lenguaje inclusivo o la cultura woke, etc.
No abundo más porque el listado sería inagotable. Como esta cuestión no es nueva, paradójica y sarcásticamente, quizás la mejor definición de fascista sea la atribuida a un político alemán que más o menos afirmó: «Fascista es cualquier persona que gana un debate a un socialista o a un comunista». Una definición contundente, pragmática, basada en la experiencia, sin tapujos doctrinales ni sutilezas intelectuales y demoledora para la fabulación de los «propietarios de la verdad».
Tiene potencia y sentido esta definición empírica ya que pretender derrotar a los supuestos poseedores de la verdad en cualquier debate o confrontación intelectual no es aceptable para ellos, de ahí su reacción acusando de «fascista» al contrincante.
«Para la izquierda actual PCE, IU, Podemos, Sumar, CUP y Bildu son los más demócratas»

Hoy en 2024, transcurridos más de cincuenta años desde la Transición y continuando con el símil inicial, las izquierdas siguen atribuyéndose la legitimidad para definir que es ser fascista y ser demócrata. Según sus propios criterios, se deduce que el actual ranking de la escala democrática del parlamentarismo español sería:
- PCE, IU, Podemos, Sumar, CUP, Bildu, y derivados: máxima calidad democrática.
- PSOE, ERC, y afines: demócratas de menor rango.
- PNV, Junts, BNG y otros nacionalismos periféricos: buenos demócratas.
- PP, Ciudadanos y regionalismos no nacionalistas: dudosamente democráticos.
- VOX suspenso en democracia y altos rasgos fascistas, por ser ultraderecha.
Basta con oír, ver y leer a diario las declaraciones de la progresía y de los nacionalismos periféricos, para poder entender que el ranking anterior no es un invento gratuito del autor.
Actualmente como hace cincuenta años, la izquierda española sigue instalada en su cima particular y fabuladora de hegemonismo intelectual, donde ocupan la posición de “propietarios de la verdad”. Como consecuencia, ser demócrata, es ser progresista; ser de derechas te aproxima a ser fascista. De manera que, para ser un perfecto ciudadano, no dependerá de lo que los individuos creamos o hagamos, dependerá de lo que las “parroquias” progresistas decidan frívolamente sobre nuestras creencias y conductas.
Hoy puede concluirse que el maniqueísmo perfecto continúa tal como lo viví en los orígenes de la Transición, según la versión hegemónica de los “propietarios de la verdad”: las izquierdas democráticas y las derechas, dudosamente democráticas o incluso fascistas, a menos que las izquierdas, generosamente, levanten su veto. ¿Dónde están el rigor y la objetividad?