ENTRE AMIGOS: ESPERANZA PARA LAS TRES MIL VIVIENDAS

Algo de lo que los políticos y agentes sociales deben tomar nota: dotar a los más desfavorecidos de las herramientas necesarias para prosperar por ellos mismos, en vez de abandonarse a la política facilona de la subvención pública a cambio de influencias pero que, en definitiva, nada cambia y el mal perpetúa.
Pablo Gea Congosto
De sobra está decir que las Tres Mil Viviendas es una de las zonas que peor fama tiene en Sevilla y en toda España en general. Localizada en el Polígono Sur de Sevilla, está compuesta por los barrios de Las Letanías, La Oliva, Antonio Machado, Murillo, Paz y Amistad, y Martínez Montañez. Si por algo es conocida, es el crimen organizado, el tráfico de drogas y la inseguridad generalizada. Una suerte de gueto conservado adrede por las autoridades como una forma de mantener a quienes se considera indeseables dentro de unos muros delimitados, para que no contaminen a una ciudad que vive del turismo. Duro, pero cierto.

La costumbre pasa por rendirse ante la evidencia y pensar que nada de lo que se haga marcará la diferencia. No es ese el caso de la Asociación Entre Amigos de Sevilla, dedicada a mejorar la vida de los vecinos de la zona. Sin distinción. Un voluntariado entusiasta con actividades para jóvenes, medidas para combatir el desempleo y fomentar la integración social. En definitiva, luchar contra la exclusión del barrio y en el barrio. No se trata sólo de actividades culturales o lúdicas, sino también de mediación familiar, programas de empleo y ayuda contra el absentismo escolar.

Cuando nos reunimos con ellos, encontramos a un conjunto de personas decididamente dedicadas a la tarea. Frente a la dejadez de los poderes públicos, que sea por desidia o connivencia no toman las medidas necesarias para aliviar la situación allí, Entre Amigos se erige como un contrapunto fundamental a las difíciles condiciones de vida de los vecinos. No nos engañemos: en ‘las tres mil’ hay delincuencia y hay droga, pero también hay mucha más gente humilde que exige del Estado y de la sociedad en su conjunto una mayor implicación para salir de lo que, muchas veces, se presenta como una situación imposible.

Estamos ante un esfuerzo por parte de la sociedad civil de notable envergadura, modelo a imitar en otros barrios difíciles que, lamentablemente, permanecen en el olvido por parte de los poderes públicos precisamente porque no son un caladero de votos numeroso y, en consecuencia, no generan ningún rédito electoral. Y es el impulso desinteresado el que mantiene a esta asociación en marcha. Algo de lo que los políticos y agentes sociales deben tomar nota: dotar a los más desfavorecidos de las herramientas necesarias para prosperar por ellos mismos, en vez de abandonarse a la política facilona de la subvención pública a cambio de influencias pero que, en definitiva, nada cambia y el mal perpetúa.
