EL AMOR NO SE MENDIGA

Después de mi experiencia aprendí a no someterme a un maltratador, a valerme por mí misma y tener confianza.
Armando reinoso – La Iniciativa
Es una mañana de domingo soleada, es primavera, mi ciudad brilla con una luz propia. Vivo en Sevilla, una ciudad que adoro, pero con 35 años no puedo disfrutar de ella, ni sola, ni en compañía. Me levanto de la cama temprano, estoy completamente desnuda, al mirarme al espejo me observo moratones por distintas partes de mi cuerpo, algunos más antiguos, otros más frescos, éstos últimos aún duelen, pero no recuerdo cuándo se produjeron, tengo el rímel corrido y un corte en el labio. Siento unas terribles arcadas debido a tener el estomago vacío y me da vuelta toda la cabeza, pero, ¿qué pasó anoche?
Me vuelvo a acostar en la cama para poner orden a mi cabeza y en el silencio de la casa lo recuerdo todo (…) de nuevo Miguel me puso la mano encima, pero ¿qué hice?, no recuerdo haber hecho nada que lo agraviara, que lo perturbara o incomodara, pero si hago memoria, algo tuve que hacer.

Estuvimos de novios siete años y llevamos sólo uno de casados. Al principio todo eran halagos, cariño y respeto, pero todo cambió, pero ¿cuándo cambió?, ¿cuándo comenzó nuestro declive?, ¿qué hice o hago mal? Recuerdo una de nuestras primeras discusiones, una de las más fuertes que tuvimos. Llevábamos viviendo juntos dos meses y fue un día que llegué algo más tarde de lo habitual, ya que mi obligación era estar en casa antes de que él llegara. Ese día venía de un almuerzo con mis compañeros de facultad, llegué media hora tarde. Al llegar a casa, antes de entrar, sentía los latidos de mi corazón acelerado, la garganta seca y el mismo hecho de tragar saliva me resultaba difícil. Llegar a casa y no sé que me puedo encontrar, ¿estará?; y si lo está ¿cómo se encontrará hoy? Me siento asustada, pero no estoy segura de qué, esto todavía me inquieta más.
Él me estaba esperando, con el móvil en la mano, en la pantalla aparecía una foto de diez exalumnos de la facultad, de ese mismo día, una foto que algunos de mis compañeros compartieron en redes sociales, yo estaba entre medio de dos chicos, Mauro y Alex, ambos me abrazaban, hacía mucho que no coincidía con ellos y sí, cometí ese error, esa estupidez de decir que eran amigos míos mucho antes de conocerlo a él. Se enfadó muchísimo, no esperaba la intensidad con la que me miraba, la ira que desprendía y mucho menos cómo me hizo sentirme. Me insultó, me despreció, pero lo peor de todo fue el hecho de alzarme la mano como lo hizo. Ese día fue la primera vez que me pegó. Aunque creo que me lo merecía, él es mi marido, yo su mujer y tiene todo el derecho sobre mí.
Me he levantado a primera hora de la mañana, con un nudo en el estomago, necesito digerir lo ocurrido anoche, me siento intranquila, no dejo de andar de un lado a otro de la casa, tengo la certeza que fue culpa mía, él me estaba esperando, yo estaba almorzando con unos desconocidos para él, me debo a él, es mi marido. El sentimiento de culpa me invade y no puedo hacer nada para remediarlo, sólo puedo complacerlo.

Cada noche cuando me meto en la cama, me desnudo y me miro, he adelgazado en los últimos meses, mi rostro y mis ojeras son notables, la ropa cada día me viene grande, ¿el trabajo está causando estragos en mi físico?, no creo que Miguel tenga nada que ver. Cada día que pasa no puedo evitar temblar, pero no siento miedo, es una sensación extraña. Hace unos días, le dije a Miguel que deseaba quedarme después del trabajo para tomar un café con Julia y otras amigas, al principio aceptó a regañadientes, pero poco después me lo impidió, una vez que estaba vestida y arreglada para ver a mis amigas (…)
‘¿Con eso vas a ir al centro?, ¡vaya pintas!, pareces una fulana; No tienes ni edad, ni cuerpo para salir así (…)’
Yo le repliqué que lo único que quería es verme arreglada, verme guapa, no me arreglaba para nadie, si no para mí (…) Se abalanzó sobre mí, me desgarró la ropa, me quitó el móvil y a continuación me metió a la fuerza en una habitación, me cerró con llave.
Al día siguiente no aguanté más, al principio estás enamorada, piensas que puede cambiar, pierdes toda la confianza en ti misma, tengo 35 años, toda la vida por delante, mi familia no me cree, mis amigas dicen que es un buen hombre, pero no puedo más, ¿dónde voy? (…). Tengo un sentimiento tan fuerte física y moralmente hacia Miguel, un sentimiento que no he experimentado con ninguna otra persona, pero “quien te quiere no te daña”. Por eso, me niego a pensar que Miguel es malo, sólo quiere protegerme, sólo quiere que sea suya. Cuando le dije que quería marcharme, intentó suicidarse, eso sí, no lo hizo, lo que sí hizo fue agredirme de nuevo, esta vez perdí el conocimiento.

En una de las veces que quise denunciarlo y después de una paliza que incluyó varios puntos de sutura en labio y mentón, la psicóloga me dijo que el grado de violencia física o psíquica que los agresores ejercen hacia sus víctimas despliegan en éstas una pasibilidad y defensa que en la mayoría de las situaciones son reacciones instintivas que el cuerpo emite ante una situación peligrosa, lo normalicé y lo asumí como algo cotidiano, como algo común que tenía que ocurrir.
En la última paliza, lo único que recuerdo es que desperté en el hospital, él no estaba, sólo mi madre, ¿qué ha pasado? Mi marido había sido detenido, al parecer los vecinos, hartos de tan dantesco espectáculo llamaron a la polícia. Fue detenido cuando salía del portal. La primera noche sin él, he podido dormir más de cinco horas, pensaba que me pasaría toda la noche dando vueltas en la cama, pero al contrario de todo eso, he podido descansar.
A Miguel le encantaba el cine, pero no cualquier tipo de filme, constantemente se identificaba con personajes de películas míticas como La Fuerza del Cariño de Jack Nicholson o con Anthony Hopkins en el Silencio de los Corderos. ¿pero por qué esos personajes? Si son personas que no desean amor, compresión o no sienten el mínimo respeto hacia las personas (…). Hoy en día, aún estando en prisión, continua con su sensibilidad extrema a contratiempos, descontroles y desaires.

Yo después de mi experiencia, aprendí a no someterme a un maltratador, a valerme por mí misma y tener confianza, por eso, después de todo lo ocurrido, sigue habiendo personas que siguen sin haber aprendido una ley única y universal ‘el amor no se mendiga’.
Bravo!!!! Muy bien descrito….gracias x darle voz a lo que lleva tanto tiempo silenciando la sociedad…para muchas mujeres es tarde…pero hay sombras q intentan q las nuevas generaciones duden de tanto grito sin apenas voz para ser escuchado x tener miedo….gracias gracias gracias….ojalá mi madre hubiera tenido tanto apoyo….no tengo correo
Mientras leía, me empecé a poner mal, nerviosa, sentí miedo otra vez.. Soy hija de un padre maltratado durante muchos años.. Aún cuando leo, solo leer, me produce una angustia que no puedo controlar
Son relatos que reabren viejas heridas… Curadas pero nunca olvidadas… He de decir que yo viví esto desde pequeña ya q la historia comenzó con mis padres, después de salir airosa y yo creí que invencible… Durante algunos años viví algo parecido con el padre de mi hijo yo la chica fuerte la q jamás consentíria que nadie la menospreciar… 9 años luchando y con mucho miedo y culpa a la vez ya que yo no quería que mi hijo fruto de esa relación viviera lo q yo viví… Buscaba escusas es la droga… Es que ha bebido…
Hasta que una mañana después de una gran mentira me di cuenta de que la unica manera de que mi hijo no viviera eso era irme … Pero cómo iba a poder si estaba lejos de mi casa de mi familia pero… Le miré tan pequeño tan indefenso… Que me arme de valor y salí de aquella situación en la que ya no era lo q yo había soñado lo que yo jure que a mí no me pasaría..
Hoy por hoy reice mi vida después de mil fatigas… Y tengo que decir que las palabras, los hechos, los menos precios, la indiferencia…. TAMBIÉN SON MALTRATO Y SON PEOR Q UN GOLPE YA Q TU PIENSAS SERÉ YO. .. XQ SI TODOS PIENSAN QUE ES BUENO … NO TODOS VAN HA SER MALOS.., SERÉ YO EL PROBLEMA… EN FIN GRACIAS POR TU RELATO AYUDAS A COMO MÍNIMO RECAPACITAR.
Simplemente estremecedor, me ha encantado en todos lo sentidos, ya que demuestra una realidad que no está del todo visible. Enhorabuena.