Pablo Gea: «El nazismo se parece más al comunismo que al fascismo»

El director de La Iniciativa publica El Estado del Führer.
La Iniciativa
En nuestra tercera entrega dedicada al 80 aniversario de la entrada de las tropas soviéticas en el campo de exterminio de Auschwitz, entrevistamos a nuestro director, Pablo Gea, con motivo de su último libro.

Su libro se puede dividir en dos partes claramente diferenciadas. Una más dedicada a cuestiones históricas e ideológicas y otra a lo puramente jurídico. En una época en la que el término ‘fascista’ se usa como insulto sin ninguna base politológica detrás, usted desmenuza lo que es el fascismo. Y va algo que puede llamar la atención. ¿En qué se diferencian básicamente fascismo y nazismo?
Si afirmara que el fascismo y el nacionalsocialismo no sólo eran diferentes, sino que, en aspectos fundamentales, eran opuestos, cualquiera diría que es un disparate. Pero más allá de las apariencias y de las generalizaciones interesadas, lo cierto es que ambas ideologías y ambos regímenes políticos eran sustancialmente distintos. De hecho, el nacionalsocialismo se parece más al comunismo que al fascismo.
Al hablar de ‘fascismo’, hay que acotarlo al movimiento liderado por Benito Mussolini durante la posguerra italiana. Se trató de un planteamiento socialista revolucionario que asimiló aspectos del nacionalismo romántico, despojó al marxismo de sus elementos materialistas y planteó una síntesis integradora de todas las filosofías políticas habidas hasta la fecha. Pues la acción daba forma al pensamiento, y no al revés. Por lo tanto, no se trató de un movimiento conservador, sino de un nacionalismo revolucionario o un socialismo nacionalista, por así decirlo. En cualquier caso, el Estado se asumió como la columna vertebral de la sociedad, concibiéndose el término ‘totalitario’ como una suerte de ‘Estado tutor’.
Por el contrario, cuando hablamos de nacionalsocialismo estamos ante una ideología colectivista y revolucionaria, que se basa en el voluntarismo y aúna el socialismo revolucionario con elementos místicos procedentes del paganismo nórdico. Se busca no una síntesis integradora como en el caso del fascismo, sino una ruptura con todo lo anterior, disolviendo al individuo en la colectividad. El nacionalsocialismo es furibundamente anticapitalista, y es de su anticapitalismo del que deriva su antisemitismo, entiende la lucha contra el judaísmo como una lucha contra el capitalismo explotador. Nada de esto se halla en el movimiento de Mussolini.
Por esta razón, la Italia fascista no alteró sustancialmente las conciencias de los italianos, pudiendo ser Mussolini desalojado del poder por las propias instancias políticas italianas. Algo así había sido inconcebible en el caso de Hitler, que sí consiguió nazificar Alemania y arrastrar a su pueblo hacia una guerra total de exterminio que acabó con su derrota absoluta.

«Hitler fue el gran alumno de Lenin. Hitler y Goebbels no cejaron de repetir el parentesco del nacionalsocialismo con el marxismo»
Y trata algo que todavía puede llamar más la atención. ¿En qué se parecen el nacionalsocialismo y el comunismo?
Hitler fue el gran alumno de Lenin. Hasta el punto de que llega a conjugar el modelo de partido revolucionario expuesto por Lenin en su ensayo ¿Qué hacer? con la lógica de la política de masas que entra en escena tras la Primera Guerra Mundial. Hitler, lo mismo que Goebbels y otros, no cejaron de repetir el parentesco del nacionalsocialismo con el marxismo. Lo que separaba a los nazis de los marxistas era la cuestión del materialismo y del internacionalismo. El nazismo era socialista revolucionario, pero nacionalista y voluntarista, mientras que el marxismo basa su análisis de la realidad en el materialismo histórico. No obstante, el marxismo es en el fondo tremendamente idealista, al igual que el nacionalsocialismo. En cualquier caso, un rasgo en común que suele pasarse por alto es el antisemitismo, en los dos casos derivados del anticapitalismo, como decíamos antes.
Una realidad que no se conoce mucho fuera de ámbito de la historia es que Hitler colaboró con socialistas radicales y comunistas en la revolución que desembocó en la creación de la República Soviética de Baviera en 1919, apoyada por lo que entonces era la Rusia Soviética (la URSS no nacería hasta 1922). La cosa fue más allá, y es que Hitler fue elegido representante de su batallón, como enlace entre los soldados y las autoridades socialistas. Este socialismo revolucionario no desaparecería con la creación del NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes) en 1920, llegándose incluso a apoyar huelgas políticas junto al KPD (Partido Comunista de Alemania). La GESTAPO del Tercer Reich estaba basada en la CHEKA soviética. Tanto es así que el ‘genocidio de raza’ practicado por los nacionalsocialistas hunde sus raíces en el ‘genocidio de clase’ operado por los comunistas. Los destacamentos de exterminio que operaron en Europa del Este y en la Rusia europea en los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta no se diferenciaban mucho entre sí.

«Stalin había ordenado a todos los partidos comunistas del mundo que apoyaran a los nazis. ‘La Pasionaria’ llegó a defender la invasión de Polonia, porque era un Estado burgués y explotador»
Sus similitudes no están solo en el plano teórico. Usted prueba cómo el Partido Comunista Francés no quería que su país entrara en guerra contra la Alemania nazi y que una vez conquistado el país galo por los nazis el PCF aplaudió la llegada de los invasores…
Es que el gobierno de la Tercera República francesa encarceló a los comunistas por su apoyo a Alemania. No pudieron desarrollar libremente su actividad hasta que los ejércitos de Hitler llegaron a París y Francia se rindió. A partir de ahí fue prácticamente el único partido que pudo actuar con libertad dentro de la Francia ocupada. El Partido Comunista Francés con quien realmente se enfrentó fue con la Francia de Vichy, que era nacionalista y conservadora. Y no se lanzó a la lucha contra la ocupación alemana hasta que se produjo la ruptura de Pacto germano-soviético en junio de 1941. Hasta entonces, Stalin había ordenado a todos los partidos comunistas del mundo y, especialmente, de Europa, que apoyaran a los nazis. Sucedió en Francia y en toda la Europa ocupada. Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’, llegó a escribir un muy nutrido artículo defendiendo la invasión de Polonia, diciendo que era un Estado burgués y explotador, y que por lo tanto se merecía desaparecer.
La alianza entre comunistas y nazis, que es lo que realmente fue, implicó además que sus respectivas policías políticas colaboraran. El NKVD y la GESTAPO llevaron a cabo redadas y operaciones conjuntas, incluyendo la captura de judíos para su posterior exterminio. Los soviéticos apresaron a los judíos que cruzaron hacia la Unión Soviética para devolverlos a Alemania, al igual que se deportó a exiliados comunistas alemanes para entregárselos a Hitler. Éste, a su vez, correspondió expulsando a territorio soviético a opositores a la dictadura comunista.
Lo que motivó la ruptura de esta luna de miel no fue la ambición expansionista de Alemania como tal, sino disputas sobre el reparto de las respectivas esferas de influencia en Europa del Este. A esto hay que añadir que Alemania dependía de las materias primas soviéticas, lo que colocaba a Moscú en una posición de fuerza sobre Berlín. Stalin aprovechó esto y racaneó con los suministros cada vez que quería forzar a Hitler a adoptar políticas favorables a sus intereses. Lo que inevitablemente llegó a que los nazis optaran por romper el acuerdo y lanzarse a la conquista de dichas materias primas por la fuerza para obtener así independencia energética y, con ello, geoestratégica.

«Putin es una criatura del sistema soviético, un chequista, educado en la despiadada cultura de la eliminación del enemigo político»
¿Vladimir Putin podría ser un ejemplo de cómo ambas ideologías están más cerca de lo que parece?
El caso de Putin es particular, por cuanto él y sus élites han fundido el estatalismo de la ‘comisariocracia’ soviética con el nacionalismo ruso tradicional, conservador, etnocéntrico y eslavófilo. Putin no es un ideólogo en el sentido estricto del término, sino un estadista que considera que encarna los valores ‘auténticos’ de Rusia. Es una criatura del sistema soviético, un chequista, educado en la despiadada cultura de la eliminación del enemigo político. Pero también un animal político astuto que es plenamente consciente del fracaso del comunismo como ideología y como sistema político. El nacionalismo de Putin no tiene absolutamente nada que ver con el nacionalsocialismo, puesto que el primero es un nacionalismo tradicionalista, cristiano y conservador, mientras que el segundo es una nacionalismo socialista, anticristiano y revolucionario.
Hitler libró una guerra racial revolucionaria, mientras que la guerra de Putin es estrictamente geopolítica. Los nazis trataron de implementar un nuevo modelo de sociedad, abandonando las tradiciones morales previamente existentes, pero Putin pretende justo lo contrario, una preservación de lo tradicional como seña de identidad frente a la que concibe como un Occidente decadente.

«ETA ha sido y es un movimiento nacionalista vasco de matriz marxista, es decir, un nacionalismo socialista revolucionario. Tiene similitud con el nazismo, con componentes racista y supremacista y la violencia revolucionaria»
En España se ha llamado fascista tanto a ETA y su entorno como a sus antípodas, Vox. ¿Alguno de ellos se acerca a lo que es el fascismo?
Muy poco. Si acaso, por forzar una aproximación, ETA sería lo más cercano. Vox es un partido político soberanista que asume una visión liberal en lo que concierne a los derechos constitucionales, civiles y a la economía. Aunque pretenda cambiar la Constitución (lo que es legítimo), ha sido el único partido que ha sido capaz de llevar al actual gobierno socialista (que incumple la Constitución todos los días) a los tribunales. El fascismo nunca pretendió defender la Constitución parlamentaria italiana, como tampoco el nazismo se planteó nada parecido con la Constitución de Weimar.
ETA, por el contrario, ha sido y es un movimiento nacionalista vasco de matriz marxista, es decir, un nacionalismo socialista revolucionario. Combinando ambas vertientes, lo que lo hace más similar al fascismo de lo que pudiera parecer a simple vista. Con todo, la mayor similitud existiría con el nacionalsocialismo, ya que el componente racista y supremacista está presente en ambos movimientos, en cada caso a su modo. Y otro rasgo en común más: la violencia revolucionaria. Tanto los nacionalsocialistas como los etarras asesinaron a sangre fría a sus opositores políticos en pos de la construcción de una nación racial y socialmente homogénea. Un elemento que se suele obviar del proyecto de ETA es al anticapitalismo, puesto de manifiesto en el vil chantaje con que sometió a los empresarios vascos por medio del ‘impuesto revolucionario’.
Si uno se fija detenidamente, la herencia soviética permea el fenómeno de ETA de arriba abajo, especialmente en lo que concierne a la forma de matar: los tiros en la nuca a Miguel Ángel Blanco iban en la misma dirección que los de los soldados polacos asesinados por el NKVD de Stalin en Katyn en el año 1940.
Cuando uno piensa en el nazismo le viene a la mente un Estado opresor de ‘ley y orden’, por perversas que fueran esas leyes. Pero usted habla de anarquía estatal.
¡Absolutamente! ¡Cualquier ácrata hubiera estado orgulloso! Y es que el Tercer Reich, presentado como el Estado Totalitario perfecto, máximo exponente de la disciplina germana, era un auténtico desastre. Los sorprendente no es que perdiera la guerra, sino que aguantara tanto ante potencias organizativa como económicamente superiores. La Alemania nazi no era un sistema totalitario tal y como podemos entenderlo, sino un Estado neofeudal, en el que los diferentes ‘portadores de poder’ (el Partido, las SS, los gobernadores regionales, el Ejército, el mundo empresarial) competían entre sí. Hitler era un gobernante voluntarista y asistemático, enemigo de la burocracia y de los procesos organizados de toma de decisiones. Por esta razón, no existió nunca durante toda su dictadura ningún gobierno digno de tal nombre.
Pongamos el ejemplo de la dictadura de Stalin: se trataba de un sistema totalitario precisamente porque existía un monopolio del poder por parte de Partido Comunista y de su líder, con una burocracia y un gobierno organizados; no había competencia suicida entre instancias. El Tercer Reich era lo opuesto al orden: Hitler intervenía caprichosamente en diferentes asuntos, enfrentaba a unos grupos con otros, de manera que los líderes debían su poder al acercamiento o lejanía que en un momento dado tuvieran respecto al Führer, lo que a su vez provocó que el equilibro de poder fuese fluido durante los doce años de dictadura nacionalsocialista.

«El movimiento skinhead nace como una contrapartida obrera al movimiento hippie, oponiéndose a la extracción burguesa de estos últimos»
¿Se podrían asemejar las secciones asalto (SA) a los skinheads de las actualidad?
No. Es cierto que ambos grupos estaban constituidos por matones en muchos casos, pero las semejanzas terminan ahí. Los actuales skinheads distan de tener una ideología clara, y están divididos en múltiples tendencias según los países, las zonas e incluso los barrios. Muchos carecen de una organización coherente y se dedican más bien a la violencia gratuita o a la liturgia nostálgica trasnochada. Es importante no perder de vista que el movimiento skinhead nace como una contrapartida obrera al movimiento hippie, oponiéndose a la extracción burguesa de estos últimos. Lo que quiere decir que existen cabezas rapadas enmarcados en tendencias nacionalsocialistas, como también los hay de tendencia comunista o simplemente socialista y revolucionaria. Confundir el llamado neonazismo con los cabezas rapadas se trata de un error, por cuanto se trata este último de un movimiento más amplio y plural, que además surgió a su vez del movimiento mod británico.
Las SA, por el contrario, pertenecían al NSDAP, y estaban dentro de la organización del partido y de sus líderes. Es decir, estaban insertas dentro de un plan revolucionario dirigido a la toma del poder, violenta o no. De las SA nacen las SS, más refinadas y letales. Tanto es así que, cuando los llamados camisas pardas se convirtieron en una molestia, fueron eliminados durante la Noche de los cuchillos largos por las SS. Las SA, al mando de su líder Ernst Röhm, constituían unos de los sectores más revolucionarios del nazismo, y su idea era sustituir al ejército alemán por una suerte de ‘ejército del pueblo’, capaz de hacer una auténtica revolución anticapitalista y antiburguesa.
«En el régimen nazi muchos fueron meros sujetos ambiciosos que querían progresar en sus carrera; el jefe de la GESTAPO había sido policía persiguiendo a nazis y comunistas»
Adolf Eichmann argumentaba en el juicio que le hicieron en Jerusalem que sólo cumplía órdenes. ¿Cuánta complicidad hubo de la población alemana con el nazismo?
Tengamos en cuenta que Hitler y los nacionalsocialistas llegaron al poder en enero de 1933, y que lo retuvieron hasta mayo de 1945. Doce años. Lo que a menudo se olvida es que si sumamos los votos de los comunistas, los socialdemócratas, el centro y los conservadores, se obtiene una mayoría parlamentaria mayor a la que obtuvieron los nazis. Es decir, que es un mito ese por el cual la mayoría de los alemanes votaron a Hitler. No fue así. En las últimas elecciones democráticas de la República de Weimar fueron la fuerza con mayor número tanto de votos como de escaños, eso sí, pero retrocedieron con respecto a las anteriores.
Cuestión diferente es que, una vez echó a andar el Tercer Reich, los nacionalsocialistas obtuvieran una aprobación más o menos mayoritaria. Que es diferente de un apoyo decidido. Como en la mayoría de estos casos, los ciudadanos alemanes bascularon entre la militancia ideológica, la aceptación pasiva y la oposición frontal. Muchos ciudadanos trataron de vivir en el contexto que les tocó y esforzarse por prosperar, independientemente del sistema político. Sin duda, la labor de adoctrinamiento del nazismo fue notable. Pero no todos los alemanes les apoyaron en el mismo grado ni este apoyo fue constante en el tiempo. Muchos fueron meros sujetos ambiciosos que querían progresar en sus carreras, como el jefe de la GESTAPO, Heinrich Müller. Había sido policía durante la República de Weimar, persiguiendo a nazis y comunistas por igual. Al llegar los primeros al poder colaboró con ellos, como lo habría hecho con los comunistas o cualquier otro.
Es interesante observar cómo muchos de los que trabajaron para los nazis lo hicieron para las comunistas en la República Democrática Alemana (RDA), entre ellos agentes de la misma GESTAPO y de las SS, que ingresaron en la Stasi, la policía política de la dictadura comunista de Alemania Oriental.

«Muchos de los que trabajaron para los nazis lo hicieron para las comunistas en la RDA, entre ellos agentes de la GESTAPO y de las SS, que ingresaron en la Stasi»
¿El nazismo al menos cumplía sus leyes o también se las saltaba hacia unas políticas prácticas aún más horrendas que las que estaban sobre el papel?
El Tercer Rech siempre despreció a los legisladores, a los jueces y a los abogados. Para el nacionalsocialismo, el interés de la comunidad y los designios del Führer eran los únicos parámetros a los que había que atender. La muestra está en que, formalmente, la Constitución de Weimar nunca fue derogada. El Tercer Reich fue una república. Lo que sucedió es que el sistema parlamentario fue parcheado continuamente con una ley de excepción tras otra, de manera que la Alemania nazi fue, en realidad y políticamente hablando, un ‘Estado de excepción’ dentro de la República de Weimar.

«El Holocausto se desarrolló enteramente al margen del marco legal alemán»
Dicho esto, es importante aclarar que la técnica legislativa de los nazis concebía las leyes no como una garantía del ciudadano dentro del Estado de Derecho. Sino como un instrumento de la ideología y de los líderes para llevar a cabo sus políticas. Y si una ley se interponía en el camino de estos objetivos ideológicos, era derogada o ignorada. Así de sencillo. Por eso, el Tercer Reich no puede ser calificado como un Estado de Derecho, sino como el Estado del Führer, pues su voluntad estaba por encima de toda ley. La cosa llegó hasta el punto de que las fuerzas policiales alemanas, principalmente la GESTAPO, tenían la capacidad para contravenir las resoluciones judiciales y operar como consideraran conveniente. Por ejemplo, deteniendo y ejecutando a quien un juez había absuelto y puesto en libertad.
El exponente más crudo de esto fue el Holocausto, que se desarrolló enteramente al margen del marco legal alemán. Es decir, en un limbo legal. No era legal ni ilegal, simplemente existía en una dimensión fáctica completamente ajena a lo que quedaba de un cuerpo jurídico ordenado en el Tercer Reich.
¿Qué opina de la subida en Alemania de AfD, con posibilidades de acceder al gobierno en no mucho tiempo, aun cuando tiene dirigentes que cada vez ocultan menos discursos negacionistas del Holocausto?
Para hacer un juicio riguroso sobre esto hay que comenzar diciendo que AfD es un partido soberanista que recoge múltiples tendencias. Su líder, Alice Weidel, es una mujer lesbiana que está casada con otra mujer. Y su caladero de voto principal son los territorios de la extinta RDA, la Alemania comunista. No sólo sube AfD, también lo hace Alianza Sahra Wagenknecht-Por la Razón y la Justicia (BSW), que es marxista-leninista aunque anti-inmigración, y no condena el genocidio comunista ni la dictadura del SED (Partido Socialista Unificado de Alemania), el partido que dirigió con mano de hierro los destinos de la RDA durante casi medio siglo.
Lo cierto es que es natural que las capas más humildes y los grupos más desfavorecidos acudan a formaciones outsider del sistema, especialmente en Alemania, inmersa ahora en un caos político y en una crisis económica severa. Los alemanes, que antes se reían de Donald Trump cuando se lo advirtió, lo fiaron todo a la dependencia del gas ruso, cometiendo al absurdo de cerrar las centrales nucleares y querer ser los primeros y más enérgicos en imponer ese nuevo totalitarismo del siglo XXI que es la ideología woke. Ahora están pagando el precio, y no se puede culpar a los que votan a una AfD prorrusa ante el silencio bochornoso del canciller saliente Olaf Scholz, socialdemócrata, ante la destrucción de los gasoductos Nord Stream, que a estas alturas todos sabemos que fue una operación conjunta ucraniana y estadounidense. Al alemán que se muere de frío en invierno, ¿qué tienen que decirle los socialdemócratas y los demócratacristianos?

«Si hay alguien tiene algo que ver con los ‘fascistas’, son los creyentes de la religión woke. En este escenario, la victoria de Donald Trump es un soplo de aire fresco para aquellos que defienden la libertad»
En unos días Donald Trump retoma la presidencia de EEUU. Para el movimiento woke es prácticamente la toma del poder por parte del fascismo de la democracia más poderosa económicamente del mundo. ¿Qué les diría a los que mantienen este discurso?
Que se lo hagan mirar. Francamente, equiparar a Donald Trump y al Partido Republicano de los Estados Unidos con el ‘fascismo’ es un absurdo. No es más que la muestra del discurso gastado inquisitorial, que califica como ‘fascista’ a todo aquél que osa discrepar de la dictadura de lo políticamente correcto. Quienes siguen la ideología woke son los auténticos opresores de los vecinos, sustituyendo la discusión libre, el conocimiento científico y el raciocinio por el fanatismo sentimentaloide, en el que cualquier cosa que no sea la simplificación infantil de la compleja realidad es rápidamente señalada, motejada y excluida. Exactamente igual que hacían los nazis y los comunistas. Si hay alguien aquí que tiene algo que ver con los ‘fascistas’, esos son los creyentes de la religión woke.
Esto es algo más profundo de lo que parece, por cuanto el wokismo está basado en un rousseaunismo exacerbado, que pretende disolver al individuo en la colectividad, destruir la complejidad industrial de las sociedades modernas y regresar a una supuesta arcadia agraria y mística. En esto pensaban los jacobinos, en esto pensaban los nazis y en esto pensaban los comunistas. El wokismo es un descendiente directo de estos movimientos, lo sepan o no sus militantes, como lo demuestra su misma predisposición totalitaria a la censura y a la imposición. En este escenario, la victoria de Donald Trump es un soplo de aire fresco para aquellos que defienden la libertad.