SOBERANISMO FRENTE A BUROCRACIA

Si los tres grupos soberanistas que actualmente existen en la Unión Europea dejaran de lado sus diferencias y se unieran, serían invencibles.
Pablo Gea
Las principales formaciones soberanistas del grupo Patriotas en el Parlamento Europeo, presidido por VOX, se han reunido este sábado en Madrid para celebrar una cumbre en la que se ha lanzado un mensaje muy claro: no al fanatismo climático, no a la burocracia ineficiente, no a las políticas de género y no a la inmigración ilegal. Algo que, en España, hubiese sido impensable hace tan sólo unos años antes. Una muestra de cómo la hegemonía del discurso hasta ahora imperante se resquebraja, y afloran simpatías que en muchos casos llevaban años manteniéndose ocultas. Como si del día después de la caída de una dictadura se tratase, quien antes podía sentirse avergonzando por pensar como pensaba, ahora es libre de expresarse como y cuando quiera.

Los analistas más desinformados han despachado rápidamente el evento tachándolo de ‘cumbre de la extrema derecha’. Fin del análisis. Y a otra cosa. Pero, tras los titulares simplistas, se esconde una realidad más compleja: y es que el suicidio económico europeo ocasionado por una regulación ambientalista ridícula al servicio de los grandes capitales de las multinacionales de las renovables está arruinando a los sectores económicos que deberían ser punteros en los países europeos, y aniquilando millones de puestos de trabajo al año. Esto está redundando de manera cada vez más evidente en un aumento del coste de vida y en unas perspectivas cada día más sombrías para los jóvenes. No por casualidad son los jóvenes el grupo que, con diferencia, más vota a estos partidos.
Durante muchos años, la imposición de la ‘cultura de la cancelación’ y de la ‘dictadura de lo políticamente correcto’ ha impedido enfrentar una serie de problemas de manera seria y rigurosa, optando los responsables políticos por mirar hacia otro lado para no verse señalados y perder popularidad. Ahora la situación es insostenible, y aquellos que cada día son más pobres identifican culpables y piden ajustar cuentas. Los nombres de Sánchez y de Feijóo han sonado fuerte en la cumbre, y no para bien.
Ahora muchos, hastiados, votan por las opciones que entienden que quieren salvaguardar sus intereses, y no sacrificarlos en el altar del buenismo totalitario que, entregado a las ensoñaciones ideológicas, ignora completamente la realidad del hombre de pie. Este es un mensaje que han compartido todos los líderes políticos que ha desfilado, desde el húngaro Orbán hasta la francesa Le Pen, pasando por el holandés Geert Wilders, el italiano Matteo Salvini o el portugués André Ventura. La denuncia del Pacto Verde Europeo ha sido uno de los ejes fundamentales del discurso, pues la presión fiscal que está provocando, a la par que la burocratización administrativa galopante, es sabido que está generando más y más euroescépticos cada año.
De manera incomprensible, los burócratas europeos no es sólo que no tengan el más mínimo ánimo de enmendar sus errores, sino que están decididos a persistir. Con las graves consecuencias que ello tendrá para las generaciones futuras, cuando las economías europeas sean devoradas por las potencias anglosajonas, China y los BRICS. Si Europa sigue contando algo en el panorama internacional, desde luego que es por su economía. Pero por nada más, habida cuenta de que se trata de un enano político y militar. De todos modos, es saludable y un soplo de aires fresco que se abra paso con más fuerza cada día un discurso disidente que, si se gestiona con habilidad, puede llegar a ser hegemónico, desplazando el globalismo y relegándolo como una ideología marginal enemiga de los intereses de los países soberanos.

Y para que algo así suceda, es imprescindible que los tres grupos de partidos soberanistas que actualmente coexisten en el Parlamento Europeo dejen a un lado sus diferencias y se unan. Cierto es que esto no es nada fácil, existiendo algunos conflictos irreconciliables y diferencias aparentemente insalvables. Pero la política es el arte de lo posible. Y mientras estos partidos coincidan en un mínimo común denominador, las diferencias deben aceptarse como naturales en función de la orientación y del país de pertenencia de cada cual, que no tienen por qué compartir los mismos intereses ni idénticas prioridades. Si lo hacen, en aras de pelear por una causa más grande, sí tienen opciones serias de derrotar al bloque socialdemócrata-conservador.